Ante esta nueva realidad, la reacción de la UE está siendo desordenada. Por una parte, Francia anuncia una posible rebaja en la velocidad máxima de las autopistas para recortar el consumo. Una chapuza innecesaria, porque el mercado se regula a sí mismo muy bien. En España, el alza del crudo ya ha provocado recortes en su consumo, como ha puesto de manifiesto Hacienda. Es decir, el consumidor no es inelástico al precio.
Pero la medida más sorprendente es la tomada por Bélgica que ha anunciado la devolución de un cheque de 75 euros a cada familia para compensar el alza del crudo. La medida va directamente contra la acordada en la Unión, según la cual ningún país tomará una medida en solitario para paliar los efectos negativos del alza del crudo.
El problema es que no es la primera indisciplina. Francia ya había anunciado un paquete de medidas para ayudar a los sectores más afectados con los sobreingresos fiscales provocados como consecuencia del alza del crudo. Y lo peor es que no pasa nada, porque la UE está inmersa en una crisis de autoridad tan grande que la inercia de los estados termina por imponerse.