Lula da Silva es un personaje de varias caras. Por una parte se vende como un socialista moderado. Por otra, su participación en el asunto hondureño revela que su alianza con el eje de Chaves es más estrecha de lo que parece. Es el malo de la clase: hace las trastadas, pero nadie le echa la culpa de ello. Pero en materia tonti-progre está en cabeza. Lidera las cumbres alternativas de los globalifóbicos, se suma con entusiasmo a la Alianza de Civilizaciones y es un impulsor entusiasta del derecho al aborto.
La última ha sido la firma este lunes de un acuerdo nuclear por el presidente iraní Ahmadineyad. Un acuerdo que le permite al persa pedir a la comunidad internacional reanudar las negociaciones. Y eso que todo el mundo sabe que Irán es una amenaza para el equilibrio geoestratégico mundial. Pero a Brasil lo del equilibrio no le termina de preocupar demasiado.