Sr. Director:

Tocando de nuevo el tema de la adopción, quisiera insistir en tres "ideas madres" a tener en cuenta por los legisladores: 

1ª  La felicidad de los hijos. Su estabilidad depende, en primer lugar, del amor de sus padres. Como de hondo, de serio, de formal, de alegre, de estable, de respetuoso sea este amor entre los padres -todo el día, todos los días-, así repercutirá en la tranquilidad, en la seguridad, en la salud,  en su carácter abierto, estable, en la alegría de cada hijo o hija y hasta en su forma de hablar con educación.

Ver cómo se aman mutuamente sus padres hace inconscientemente más feliz al hijo, que el hecho de que le amen a él. Dicho de otra manera, el padre y la madre pueden, por separado, amar cuanto quieran a su hijo, pero si ellos no se aman entre sí, nada podrá impedir que el hijo, en lo más profundo de sí, sea infeliz y esté inseguro del amor. Más: "El hijo quiere ser admitido en el amor con que su padre y su madre se aman entre sí, sabiendo que de ahí ha tenido él su origen" (R. Cantalamessa).

2ª  Según el Convenio Internacional de La Haya, la adopción debe tener como principio básico respetar el interés superior del niño. Siendo la finalidad en la adopción encontrar una familia para un niño y no al revés, es decir, encontrar a un niño para una pareja. Invertir esta jerarquía de intereses puede ser una forma de explotación de la infancia. Un error que pagará caro el niño.

3ª  Para Enrique Rojas, "en las parejas homosexuales el niño va a carecer del troquelado masculino y femenino privándole de un ingrediente afectivo esencial, que se complementan el uno con el otro. El matrimonio debe ser entendido como la unión de un hombre y una mujer, lo cual es el fundamento de la familia y el espacio natural donde deben educarse los hijos".

Por eso, mi conclusión es que si se llega a legislar sobre la adopción por parejas que no sean "padre y madre", la humanidad habrá dado "un gran paso hacia atrás".

Enrique Palacios

epalaci@supercable.es