En la Declaración de los Derechos del Niño, proclamada por Naciones Unidas, se asevera que el niño debe ser protegido contra toda forma de abandono, crueldad y explotación. No será objeto de ningún tipo de trata.

 

No deberá permitirse al niño trabajar antes de una edad mínima adecuada; en ningún caso se le dedicará ni se le permitirá que se dedique a ocupación o empleo alguno que pueda perjudicar su salud o su educación o impedir su desarrollo físico, mental o moral.

Se celebró en Florencia (Italia) el Primer Congreso Mundial sobre el Trabajo Infantil organizado por la asociación italiana Mani Tese. Llegados de 50 países, 134 chiquillos representaron a los 246 millones de niños trabajadores. La perorata final fue dirigida a los líderes políticos del mundo entero, exigiéndoles protección y defensa contra el tráfico de niños, la explotación carnal, la pornografía, el trajín en los barcos pesqueros, en las minas, en las casas como asistentas de hogar, en las inmensas plantaciones, en el trafico de drogas, como soldados y del trabajo con material dañino en grandes empresas. También se les instaba a salir de las grandes inversiones en armamento y a destinar esas abultadas cifras en educación gratuita para todos los chavales del orbe.

Unos 250 millones de críos entre los 5 y los 14 años que faenan como esclavos. Millones de ellos lo hacen en condiciones peligrosas con altos riesgos para su salud. Entran en contacto con sustancias químicas nocivas.

La mayoría se encuentran sometidos a la esclavitud y en condiciones de servidumbre, por deudas económicas de sus padres. Otros, se encuentran aislados en terribles condiciones en el trabajo doméstico o son víctimas de abusos sexuales.

Cuando hacéis con la violencia derramar las primeras lágrimas a un niño, ya habéis puesto en su espíritu la ira, la tristeza, la envidia, la venganza y la hipocresía, escribió Azorín.

Clemente Ferrer

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