• Para mí, "El padre Elías en Jerusalén", es la mejor novela de 2015.
  • Historia pertinente para estos tiempos donde abundan tanto las revelaciones privadas como los falsos profetas.
  • Nuestros ancestros en la fe se preocupaban por la verdad, no por esa cosa menor que es el rigor. Por eso, comprendían los textos sagrados.
  Para mí, es la mejor novela que he leído en 2015. Los mandarines literarios, tan endogámicos ellos, naturalmente la ocultarán. Se trata de una saga de ficción sobre el fin de los tiempos, el fin de la historia, el fin del mundo… no es lo mismo pero ahora me da lo mismo: como si lo fuera. Se trata, por tanto, de una novela cristiana, y eso no puede elevarse a modelo. De otro modo, las columnas de la civilización progresista se desmoronarían. Y así, hasta editoriales y librerías cristianas mirarán hacia otro lado, porque los cristianos nos hemos vuelto un poco estúpidos y andamos en rencillas y envidias permanentes. Me es igual, creo y defiendo que El Padre Elías en Jerusalén es la historia de ficción más impresionante que ha llegado a las librerías españolas en 2015. Situémoslo. Autor: Michael O'Brien, editorial Libroslibres, declaraba -según recoge Religión en Libertad, que "en nuestro tiempo emergen por todas partes señales apocalípticas sin precedentes". Es el tercer volumen de una saga sobre el fin de los tiempos, de un autor canadienses verdaderamente singular. El primero, en mi opinión más flojo, el Librero de Varsovia. Luego llegó El Padre Elías. En ese momento, O'Brien ya había mostrado su capacidad para la tarea intelectual más difícil de los últimos tiempos, que no consiste en definir el actual vendaval de maldad que parece inundar al mundo, sino en describirlo. Definir la obra del Anticristo es relativamente fácil: está en las Escrituras, en la patrística, en los místicos y en el Catecismo de la Iglesia. Pero describirlo en su acción, hoy y ahora, resulta condenadamente difícil. Si lo sabré yo, que naufrago en la materia un día y otro día y hasta un tercero. Tras vivir la muerte en Roma, O'Brien va más allá. Se lleva a su anciano cura judío, ahora obispo, a Jerusalén, la ciudad origen y destino de la humanidad y nos ofrece, además de una trama policial y geopolítica de primer orden, las siguientes aportaciones: El hombre de Dios no duda de que en oración habla con Dios y Dios le habla, que no es esquizofrenia. Lo que realmente duda, lo que teme, es que su soberbia suplante la voz de Dios. Pero ese flanco, ni se reza con rectitud de intención, suele estar bien cubierto: Dios, viene a decirnos O'Brien no admite ese engaño que ha torturado a tantas almas. Sería un engaño demoniaco ante el cual el hombre quedaría inerme y Cristo no nos somete a prueba que no podamos afrontar. Y así, el Padre Elías implora: "si deliro te suplico que impidas que perjudique a las almas". Buena plegaria para estos últimos tiempos donde abundan por igual las revelaciones privadas como los falsos profetas. Más enseñanzas de una novela apasionante: el presunto ignorante y genial acompañante del padre Elías en su duelo contra el Anticristo, Enoc, no deja de ser el tocayo misterioso personaje bíblico, descendiente de Set, que desaparece de la historia bíblica de forma misteriosa y que tantas veces es citado en el Antiguo Testamento sin que se desentrañe el misterio. Enoc es un personaje mucho más nítido que Elías, con una sencillez poderosa, ya olvidada por la literatura. Un ensayista británico aseguraba que si Adán apareciera ahora mismo le tomaríamos por un salvaje ignorante… hasta que termináramos inclinando la rodilla ante ese ser superior que fue el padre de nuestra raza. Pues bien, algo parecido sucede con Enoc. En cualquier caso, y esto lo considero otra de las claves de los últimos tiempos, O'Brien nos retrotrae, con su trama, su lenguaje y sus personajes, a tiempos más civilizados cuando el cristiano estaba más informado y más formado. Nuestros ancestros no veían comprometida su fe por la barrera intelectual de aceptar que Matusalén hubiera podido vivir, en verdad, los 969 años que dicta el texto bíblico. Nuestros abuelos en la fe eran tipos que sabían distinguir entre el rigor -cosa menor- y la verdad, que era lo que realmente les interesaba. El mundo, nada distópico, de Michael O'Brien, se preocupa sólo por la verdad, y entonces… eso es otro mundo. Eulogio López eulogio@hispanidad.com