En el Banco Central Europeo (BCE) lo tienen claro: si no propician bancos paneuropeos, es decir, fusiones entre entidades de distintos países, ni habrá banca europea, ni habrá unión bancaria, ni habrá procedimiento unificado de cancelación, ni habrá fondo de Garantía de depósitos mutualizado, ni se romperá la soberanía financiera de cada país… ni habrá Europa bancaria. A lo mejor es bueno que no haya nada de eso pero debemos rechazar esta hipótesis como si se tratara de una tentación demoníaca.

Ahora estamos en modo ‘más fusiones bancarias’. Los grandes bancos europeos, los intocables, los de la primera división, han sido ‘tocados’ por Andrea Enria, muy celoso de sus prerrogativas como máximo supervisor paneuropeo, dispuesto a mantener con uñas y dientes su independencia respecto al dúo Christine Lagarde y Luis de Guindos, los ‘monetarios’. Ya saben, las murallas chinas tantas veces rebasadas entre política monetaria y política de inspección bancaria.

Y no olviden la última arma letal de Francfort si las entidades desobedecen: crear cuentas corrientes en el BCE. Sería la muerte de la banca doméstica, la más social. Por ejemplo, de la española

Según fuentes del Banco de España, el Banco Central Europeo considera que en nuestro país sólo existe un banco de primera división, el Santander (hablamos de tamaño, no de rentabilidad).

La respuesta de Ana Botín al BCE ha sido que está dispuesta a una fusión paneuropea con dos condiciones: la primera, que mande el Santander, es decir, que se trate de una absorción, no de una fusión paritaria, que nunca funciona. La segunda condición es que el Santander sólo entraría en una operación con un banco foráneo en el caso de que fuera de la mano del BCE. Para entendernos, que el BCE elija las parejas y anticipe quién mandará en la entidad resultante. Todo con el apoyo de la autoridad… monetaria, por supuesto.

Corre por el Banco de España la maldad -la única maldad, of course- de que el resto de bancos tocados le habrán respondido lo mismo: sí… con tu apoyo y mandando.

Naturalmente, el BCE no puede hacerse responsable de algo que puede fracasar y que, en cualquier caso, excede sus facultades supervisoras, pero tiene un arma guardada en el cajón, arma letal, que ya contamos en Hispanidad: se rata de que el BCE empiece a hacerle la competencia a la banca privada, sobre todo a la banca al por menor, la más española, la que presta un más relevante papel social. Es decir, que el BCE decrete la supresión de los depósitos bancarios que pasarían a ser administrados por el propio banco central. Sería el final: ya sabéis muchachos, u os fusionáis y así ganáis en rentabilidad o simplemente dictamino la muerte del sector. Mejor, su conversión directa en bancos de inversión. ¿Cómo lo véis?

Claro que esto es como el euro digital ante las eurodivisas. El asunto es si es posible, porque a lo peor el BCE no sabe gestionar depósitos. En Francfort se creen que atender la cuenta familiar de Juan Español o de Enrico Italiano o de Jacques Francés, es cosa simple.

Vamos con España, con el resto de banca, los que no peligran en la división de oro europea. Y no, el BBVA todavía no ha sido aceptado en el selecto club, como no lo ha sido la Caixa, porque, a efectos de la Unión Europea, del BCE, ambos se circunscriben a España o a países no comunitarios. Vamos, que son bancos locales.

Fronteras adentro, entidades que, según el Banco de España, aún deben decidir su futuro: BBVA, Sabadell, Bankinter, Kutxabank, Abanca e Ibercaja.

El BBVA, pendiente aún del insufrible e interminable caso Villarejo, mantiene el divorcio entre Torres y su ceo, Genc, a lo que se une la sombra espectral del Santander, lo que ha revitalizado un posible matrimonio con el Sabadell de Oliu, con la pieza añadida del institucional Kutxabank.

¿Bankinter es un caso cerrado, perdido en su universo casi onírico? De eso nada. Jaime Botín se retirará antes que después, si no le retiran los tribunales. Su idea de fusionar Bankinter con la otra casa Botín, el Santander -sí, era idea suya- ha pasado al olvido y la Ceo de Bankinter, Dolores Dancausa, así como Alfonso Botín, vicepresidente de Bankinter e hijo de Alfonso Botín, empiezan a impacientarse ante un Bankinter que marcha bien pero cuyo rumbo futuro desconocen.

Kutxabank, -el PNV- ya hemos dicho que busca un puesto en el Consejo de un gran banco. Ibercaja, resiste, quiere mantenerse como único banco aragonés a cualquier precio, pero para eso no valen socios y la salida a bolsa es un horizonte que preocupa y mucho a la pareja que manda: Amado Franco y José Luis Aguirre.

Margarita Delgado advierte al sector que el peligro de la morosidad no ha desaparecido y la reducción de oficinas y de plantilla no ha terminado. Ella no promociona fusiones pero… si no hay otro remedio

Por último, Abanca. Seamos claros: el Banco de España, en calidad de delegado del BCE para la entidad gallega, no se fía de Juan Carlos Escotet ni ve a la entidad funcionando como independiente en un futuro.

Demasiados bancos españoles deben tomar decisiones ante una falta de rentabilidad estructural. La culpa no la tienen ellos, la tiene el BCE, pero es el BCE quien quiere que se fusionen para solucionar el problema. Las fusiones no solucionan nada, sólo sirven para reducir oficinas y plantilla, pero los reguladores bancarios siempre operan según el modelo británico: hay que hacer algo, esto es algo, hazlo.

La guinda de la tarta: la subgobernadora del Banco de España, Margarita Delgado, advierte al sector, como a ella le gusta, de forma explícita y sonora, que no se opondrá a que se negocien nuevas fusiones, nacionales o internacionales. Por razones técnicas, naturalmente. Por ejemplo, por el peligro de la morosidad -fin de ciclo de los créditos ICO subvencionados- y por la necesaria reducción de oficinas y plantilla que reducen gastos sí, pero que están destrozando el servicio bancario en España.

Además, la reducción de capacidad instalada, si los tipos siguen donde están, créanme, no terminará nunca.