Menos mal que el banco, el mayor de Europa por activos, inició un plan de transformación hace dos años y medio, se supone, que para mejorar. Porque vistos los resultados del primer semestre, publicados en la tarde del lunes, la cosa no está nada clara.

Para empezar, en todo este tiempo no ha logrado enderezar el rumbo en Asia, su principal mercado, donde el beneficio hasta junio volvió a caer, esta vez un 9,6% y no superó los 6.300 millones de dólares (unos 6.160 millones de euros). La entidad alega -again- que es debido a las restricciones en Asia por el Covid.

Lo cierto es que los ingresos del grupo -no solo en Asia- se redujeron un 1,2%, hasta los 25.236 millones de dólares (24.670 millones de euros), principalmente por la razón mencionada antes y por la guerra de Ucrania, según la entidad. El beneficio bruto se desplomó un 15,3%, hasta los 9.176 millones de dólares (en euros, unos 8.975 millones).

Aclaración: que el beneficio después de impuestos fuera un 13,9% superior al de junio de 2021 solo se explica por un crédito fiscal contabilizado, y no por una positiva evolución del negocio.

Además de los ingresos y el beneficio, también disminuyeron los depósitos: un 6,58% respecto al año anterior, hasta los 1,56 billones de dólares (unos 1,53 billones si hablamos de euros), y la ratio de solvencia, que lo hizo 2,2 puntos respecto a diciembre de 2021, hasta situarse en el 13,6%.

A pesar de todo, para Noel Quinn, consejero delegado del banco, todo va fenomenal. “Nuestro desempeño en la primera mitad reflejó gran parte del progreso que hemos logrado desde 2020, con un buen crecimiento en todo el negocio y un estricto control de costes”, afirmó en un comunicado.

En la misma línea, aunque más parece una patada hacia delante, el Consejo de Administración aprobó un dividendo, eso sí, provisional, de 0,09 dólares por acción. El objetivo del banco es reanudar los dividendos trimestrales, suprimidos desde 2020, a partir de 2023. A este paso, ya veremos.