El FMI va a tener trabajo de nuevo en Argentina, como prueba, la crisis cambiaria en la que sigue instalado el país hispanoamericano por el temor que despierta en los mercados. No es, sin embargo, un caso aislado, sino otro país emergente más con los mismos problemas, como Turquía o Brasil.

El ciclo, en todos ellos, es el mismo: la depreciación de la moneda impacta directamente en un mayor coste para financiar la deuda pública suscrita (en dólares, pero que pagan en pesos, liras o reales que valen mucho menos) y a esa crisis cambiaria sigue el estallido de otra, la de la deuda. El Fondo Monetario, mientras, ya está en la pomada, pero llega entonces otra variante o fase del mismo problema, que impacta en las empresas instaladas en el país (BBVA ya lo sufre por la crisis turca). De ahí, los miedos de los mercados y las posiciones vendedoras de los inversores.

Y la segunda derivada: las empresas españolas con intereses en esos países sufren el golpe de las diferencias de divisas y repatriación de dividendos

Argentina, además, es un país con fuerte presencia de empresas españolas, lo que añade riesgos y compromete sus cuentas. Ojo, sus resultados dependen en gran medida del peso del negocio en el exterior y, sobre todo, en países emergentes. Y eso les afecta por doble vía: por lo que se resiente el beneficio cuando esas economías se debilitan y también, importante, por la repatriación del beneficio, diezmado por el efecto divisa. No se traduce entonces en el dividendo que espera el accionista y a veces, incluso, es preferible no repatriarlo, como le ocurre a Telefónica en Venezuela.

El presidente argentino, Mauricio Macri, ha salido al paso de nuevo, y no es para menos, no sólo por último revés de la cotización del peso -se diplomó este jueves un 7,6%-, sino por toda la depreciación que arrastra frente al dólar desde enero, del 70%. En agosto, la caída ha sido del 20%.

Macri ha anunciado, llamando a la calma, que ya ha acordado con el FMI un adelanto de fondos del crédito de 50.000 millones firmado en junio para afrontar los vencimientos de deuda de los próximos dos años.

El agravante en el caso argentino es una economía en riesgo de recesión con una fuerte inflación (20% en el año)

La realidad en los mercados, por el contrario, es otra: temen a que no pueda pagar y adelantan a la otra crisis, la de la deuda. La otra vertiente del problema será el Fondo Monetario por lo que se conoce como píldoras amargas. Es decir, inyecto dinero pero a cambio de condiciones draconianas en la política económica.

Es el mismo problema que flota en otros países como Turquía, al margen del proceso autoritario de su presidente Erdogan (en la imagen, con Macri), con el agravante en el caso argentino es una economía en riesgo de recesión y una fuerte inflación (20% en el año).

El papel del FMI en ese cometido, como ha señalado su directora general, Christine Lagarde, es prestar -nunca mejor dicho, o sea, con un interés- ayuda financiera, pero de ahí vendrá la segunda fase de esa crisis argentina, como ha ocurrido, dentro de Europa, en Grecia: las restricciones. Por eso Grecia ha salido del rescate entre dudas.

El FMI presta dinero, sí, pero a cambio de condiciones draconianas para reducir el gasto público

El FMI presta, sí, pero a cambio de exigentes cláusulas, al tiempo que “reexamina el cronograma del programa financiero", como dice en su último comunicado sobre Argentina.

Léase: metas para rebajar el déficit público, con el objetivo de emitir menos deuda, que se traducen, en román paladino, en ajustes draconianos en el gasto público: las pensiones, por ejemplo, o las subvenciones (muy elevadas en el caso argentino). Una confabulación, en fin, para reducir el gasto, pero que sufre la población, algo que le da lo mismo a los mercados.