El pasado 17 de junio, la madrileña Margarita de Llano recibía un mensaje de la Virgen María. Sí, por enésima vez, creo en la veracidad de los mensajes sobrenaturales de esta pedagoga madrileña. Pero no es obligatorio creer en ellos. Usted lo lee… y lo reflexiona o lo rechaza.

Pues bien, aquí lo tienen. El mensaje es muy sencillo y se enmarca dentro de otros muchos que nos dicen que la batalla de nuestro tiempo es batalla eucarística. La clave no está en el templo, sino en el sagrario.

Y a partir de ahí dos mensajes:

1.”Defended la Eucaristía con vuestras vidas”. En tiempos de coronavirus, con un confinamiento donde al católico se le ha prohibido acceder a la Eucaristía o ha debido hacerlo de forma semiclandestina, cuando no pocos obispos han sido los primeros en prohibir directamente las misas, cuando se han cerrado los templos como no ocurría en Europa desde la Revolución francesa o la Guerra Civil española, 200 años, a lo mejor es que Santa María nos está anunciando una ataque directo, físico, contra el Sacramento es que exigirá la defensa, también física, de la Eucaristía.

2.Segundo consejo aún más concreto: “No permitáis que la Eucaristía sea retirada de nuestros templos y de vuestra vida”. Cada día menos templos, cada día hay menos eucaristías, cada día, y hablo del Occidente cristiano, se le pierde más el respeto a la Eucaristía, Para muchos católicos prácticamente, el pan y el vino no dejan de ser símbolos, no el mismísimo Dios. ¿Cuántos practicantes estarían dispuesto a dar su vida por defender la Eucaristía?

Se la llevarán para protegerla… y más después del “Desastre”

Pero no había oído lo de sacar al Santísimo de los templos. ¿Robo, profanación o ambas cosas al mismo tiempo? Porque las profanaciones y los sacrilegios, así como los casos de miembros de sectas satánicas que pretenden hacerse con formas consagradas se multiplican por días.

Al final, ante los ataques no defendidos, las autoridades se llevarán la Eucaristía para “protegerla”… “y más después del Desastre”.

Este es el enigma más duro porque, a fin de cuentas, como vivimos en medio del desastre permanente (y no me refiero sólo a Pedro Sánchez) es difícil identificar un Desastre con mayúscula. Se me ocurren demasiados.