Al principio Alfred y Amaia me parecían un niño petardo y una niña petarda. No estaban mal elegidos, para Eurovisión, nacida cursi, y por Operación Triunfo, convertida hoy en una cursilería de tonos agudísimos. Vamos, que era lo suyo.

Luego vino lo del librito que el catalán Alfred le regaló a la pamplonesa Amaia por San Jorge (¡Pobre San Jorge!): España de mierda. No está mal como regalo de novio a novia, entre dos novios que van a representar a esa España de mierda.

La pamplonica petarda y el catalán petardo representarán a la España de mierda en el petardísimo festival de Eurovisión

Porque claro, como Gerard Piqué en fútbol, don Alfred quiere triunfar en el mundo de la música y para ello necesita representar a un país de mierda para llegar al estrellato. Y todo sea por el triunfo y la fama, pero dejando claro que es él quien lleva a España y no la España de mierda quien le lleva a él. Este chico ingresara en el Pdecat, o como se diga, en cualquier momento.

Lo de la pamplonesa Amaia ha resultado todavía más decepcionante. Con una aristocrática languidez, se asombra Amaia del escándalo provocado por el regalo (¡Qué horror, cuanto cavernícola!), pero como la niña es petarda pero soberbita, en lugar de obviar la cuestión la saca a colación, por aquello de meter el dedo en el ojo a quien ose contrariarla. A fin de cuentas, son todos unos antiguos y ella es muy moderna.

Y encima orgullositos: en lugar de apearse de la burra meten el dedo en el ojo

Es decir, que son Amaia y Alfred, dos petardos pero, eso sí, orgullosos de serlo.

En la maleta llevaré España de mierda. ¡Pero qué chistosa es esta chica! ¡Yo es que me mondo!