• Cómo no, pesaron y mucho las circunstancias políticas de EEUU y la lucha abierta entre Hollywood y Trump.
  • Monumental error que nadie entiende: La la land, mejor película por unos instantes, pues la premiada fue Moonlight.
  • Una película políticamente correcta: narra el autodescubrimiento de la homosexualidad de un joven afroamericano.
  • Mientras, se obvió, totalmente, a películas como Silencio, de Martín Scorsese.
  • Pero sí hubo hueco para la emigración premiando a El viajante, de menor calidad que el drama bélico Land of mine.
Tal como se esperaba, las circunstancias políticas por las que atraviesa Estados Unidos y la lucha abierta entre Hollywood y el presidente Donald Trump han pesado, y mucho, en la 89 ceremonia de los Oscar que se ha celebrado esta madrugada (si hablamos de hora española). Así, y tras un monumental error que nadie entiende por parte de los presentadores (los veteranos actores Warren Beauty y Faye Dunaway), que leyeron que la estatuilla más valorada: la de mejor película, recaía en la favorita La la land (que partía con 14 nominaciones), el premio realmente fue para la políticamente correcta Moonlight, un drama que narra el autodescubrimiento de la homosexualidad de un joven afroamericano de madre alcohólica y drogadicta. Esto en imágenes se ha traducido en un total descontrol en el escenario donde primero subieron los productores de la primera película que, cuando habían empezado sus discursos de agradecimiento, fueron interrumpidos para dar el premio a los segundos. Hay que remontarse a meses atrás para entender porque esta famosa gala iba a ser reivindicativa ya que, además del fuerte y declarado apoyo que el sector del cine otorgó a la demócrata Hillary Clinton, que provocó todo tipo de comentarios del entonces candidato Donald Trump. El año pasado se produjo una fuerte protesta en el sector afroamericano por la ausencia de actores y, en general, profesionales de esa raza nominados, lo que pronosticaba que este año iba a producirse un resarcimiento. Efectivamente todo se tradujo en que tres de las nueve nominadas a mejor película mostraban claramente la diversidad racial. Esto es, Figuras ocultas, Fences y Moonlight. Precisamente ésta última era la más sobrevalorada cinematográficamente, una cinta independiente y dirigida a un sector de público minoritario que narra, en  tres episodios, la vida de un joven de color que vive en sus carnes las consecuencias de pertenecer a una familia desestructurada, y ser víctima de acoso escolar por su condición de homosexual. La película cuenta con personajes algo impostados e increíbles, como ese narcotraficante que vende droga en un barrio marginal (incluso a la madre del protagonista) pero que, paradójicamente, se conmueve de ese niño solitario. Un individuo que desaparece abruptamente de la trama, pero que le ha conseguido a su intérprete, Mahershala Ali, el Óscar a mejor actor secundario. Si algunos cuestionaban que el musical La la land era amable pero no una obra maestra, había entre las nominadas a mejor película, otros films estupendos y con guiones memorables y llenos de valores como La llegada o Hasta el último hombre, que se han tenido que conformar con estatuillas a Oscars técnicos, al mismo tiempo que se obvió, totalmente, a otras como Silencio, de Martín Scorsese, que solo aparecía en las nominaciones a mejor fotografía. Pero volviendo a la ceremonia también ha obtenido el galardón a mejor película de habla no inglesa, El viajante, del director iraní Asghar Farhadi, que posee calidad pero no tanta como el drama bélico Land of mine, pero quizás no hubiera obtenido este premio de no haberse producido las desafortunadas declaraciones de Trump en materia de emigración, que también han obtenido respuesta en el lazo azul que portaban muchos invitados a la gala en señal de protesta por lo que calificaban lucha por los derechos civiles. Como en España la política ha llegado al cine. Por tanto, Hollywood apuesta por lo políticamente correcto, algo que, a la postre, puede desembocar en una división entre el público y sector del cine. Tiempo al tiempo. Juana Samanes juana@hispanidad.com