Lo explica, cómo no, Friday Fax. En Naciones Unidas está en trance de aprobación el presupuesto trianual para su firma dedicada a la infancia, es decir, Unicef.

De repente, el equipo de la directora general de la Agencia, Catherine Russell, se ha vuelto bueno. Acaba de retirar, me temo que temporalmente, distintos programas englobados en lo que podríamos llamar perversión de la infancia. Ya saben, es la triple vía de la corrupción de menores -y hasta de mayores-, uno de los fenómenos de nuestro tiempo. A saber:

1.La salud sexual y reproductiva, ese eufemismo para referirse al aborto... y nada menos que como un derecho. O sea, el derecho de una mujer a matar a su propio hijo en sus propias entrañas.

No es ninguna coña. Unicef y la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuando llegan a lugares de guerra o simplemente de pobreza, lo primero que hacen es empezar a repartir píldoras, esto es, abortivos químicos, entre las mujeres. Muy hábiles: muerto el perro se acabó la rabia: si no hay niños, los niños no pasan hambre. En lugar de matar el hambre matamos al candidato a hambriento.

¿Qué tiene que ver la actual ONU con la fundacional Declaración de Derechos del Hombre de 1948? Pues que hemos pasado del derecho a la vida al derecho al aborto

2.Programas sexuales basados en que existen unos 112 tipos de sexo. Es decir, al niño o niña se le dice que él puede elegir sexo, independientemente de su sexo biológico.

3.Programas para acelerar las prácticas sexuales tempranas, porque el sexo es algo muy bonito incluso para el niño, que suele estar incapacitado para disfrutar de él o, aún peor, quedar marcado por esos contactos sexuales anticipados, de corte animalesco.

Está última era la técnica favorita de los comunistas soviéticos para destruir la inocencia del niño, que es la mejor manera de destruir la psique del adulto, mente y alma.

Pues bien, Unicef está escondiendo estos programas, que lleva a cabo en los cinco continentes hasta que le aprueben el presupuesto, se supone que con la sana intención de despendolarse a renglón seguido.

La directora general de Unicef, Catherine Rusell, fue una de las principales colaboradoras de Joe Biden: ¿comprenden?

Sï, sospechaba usted bien, porque las cosas las hacen las personas y porque las cosas nunca pasan porque sí. Catherine Russell fue una de las más cercanas colaboradoras en la Casa Blanca con Joe Biden, ese católico singular que adoraba y financiaba con dinero público el aborto, el lobby homosexual, la transexualidad y... la perversión de la infancia.

Creo que Donald Trump tiene razón: ¿Y si debilitamos a la ONU a costa de reducir su presupuesto? Así, Naciones Unidas dejaría de jugar a ser un gobierno mundial, dejaría de imponer el pensamiento único global y se dedicaría a lo que siempre debió dedicarse: un foro donde los enfrentados dialoguen y un defensor de los Derechos Humanos... los de siempre, no los de segunda generación. Esto es importante, porque, por poner un ejemplo, desde 1948 a 2025 hemos pasado del derecho a la vida, el primero de todos, en 1948, al derecho al aborto en medio siglo. ¿Qué tiene que ver la actual ONU con la fundacional declaración de los Derechos del Hombre de 1948? Me temo que nada.