El remedio está donde siempre: el amor a Cristo y el amor de Cristo
En esta etapa fin de ciclo, la Iglesia no afronta un reto, sino varios. Si no supiéramos que resistirá hasta el fin del mundo y más allá, deberíamos concluir que en cualquiera de ellos se juega el ser o no ser.
La Iglesia pietista es la que menos me preocupa, aunque sea la que más titulares genera. La sociedad de la imagen tiene esas bromas: la imaginación se convierte en poder, y con ella llega la exaltación del sentimiento. Es una tónica donde confluyen progresistas y conservadores, sea lo que sea lo que eso suponga.
Hay otro pietismo más preocupante. Es el que palparán en ese amante del arte, enamorado, por ejemplo, de las procesiones de Semana Santa. Es decir, aquel que pretende convertir la fe en arte, o en cultura y que, sin entender una miaja del sacrificio redentor, se conoce todas las cofradías de la ciudad, en especial aquellas carentes de vida sacramental alguna.
El sincretismo eleva la incoherencia a principio: es una contradicción en origen
El cristianismo pietista, no obstante, me parece escasamente peligroso. El segundo tipo de cristianismo, representado en la Iglesia onegera, me preocupa bastante más. Primero porque es un cristianismo ateo, que considera a la fe como un medio para mejorar el nivel de vida. Segundo, porque el Cuerpo Místico utilizado para mejorar la justicia social no suele resultar especialmente eficaz. ¿Quiero decir con esto que la doctrina social de la Iglesia (DSI) es un mero apéndice teórico del catecismo? No, desde luego que no. La DSI resulta muy eficaz pero recuerden que Cristo odia las multitudes. Es más, sospecho que la raza humana le importa un pimiento -y el planeta no te digo-. Mañana mismo, Dios puede crear de la nada un nuevo planeta, una nueva Vía Láctea, un nuevo universo, todo entero... o una nueva humanidad.
En cualquier caso, como ONG, la Iglesia no tiene media torta y no deja de ser un memorial de una de las frases más terribles de todo el Evangelio: "Cuando vuelva el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".
Si Cristo es Dios, Alá no puede ser dios
Y a pesar de lo anterior, es el tercer bando de cristianos al uso en el siglo XXI el que me resulta más preocupante que los dos anteriores. Hablo de la Iglesia sincretista, que engloba a las otros dos. Los inventores del eclecticismo fueron los romanos: habían conquistado el mundo y las creencias, incluso las más absurdas de aquella macedonia de pueblos, suponían un problema administrativo: para el buen romano, el único Dios al que adorar era el Emperador. Y los dioses romanos no eran sino una imitación del hombre, casi siempre de los especímenes más canallas. Así que el Imperio tenía dos opciones: o negar el pan y la sal a todas o normalizarlas todas, en el mismo nivel de igualdad y de indiferencia.
Optaron por esto último que, no en vano fue Roma quien inventó el Estado de Derecho. Eso sí, los buenos emperadores se dieron cuenta de que el Credo cristiano se situaba fuera del Estado de Derecho (cuidado Sánchez), por ejemplo, no rendía culto la emperador. Así que una religión de apariencia pacífica resultaba convulsivamente revolucionaria: sería el fin del Estado. Y claro, eso no podía ser. Los mejores emperadores romanos, pongamos un Diocleciano, fueron aquellos que con más saña persiguieron a los cristianos... por la misma razón que Lenin insistía en que los malos curas eran los mejores aliados de la revolución mientras que a los buenos curas había que exterminarlos. Era un tipo listo, este Lenin.
El remedio está donde siempre: en el amor a Cristo y en el amor de Cristo
Ahora bien, Roma cayó pero el espíritu sincretista no y ha rebotado con fuerza en el siglo XXI. En cuanto oigan hablar a alguien de que todas las religiones son ciertas, buenas y aceptables, mientras no nieguen la Constitución o no pretendan pasar por única, la religión será aplaudida desde el poder.
Ahora bien, esto no es puede ser admitido por ningún católico por dos razones, una teológica y la otra filosófica:
1.Las leyes del Estado de Derecho también pueden ser injustas... por muy Estado de Derecho que sea.
2.Más importante: el sincretismo es una contradicción en origen. Sencillo: si Alá es dios, Cristo no puede serlo. Y como Cristo es Dios, resulta que Alá no puede serlo. En plata: el sincretismo eleva la incoherencia a principio. Y eso no es bueno para construir nadie.
El remedio está donde siempre: el amor a Cristo y el amor de Cristo. Ni lo uno ni lo otro soporta estos tres tipos de cristianismo falsos. Y todos ellos tienen en común que los cristianos no adoramos a un qué, a una obra de arte, a una profunda filantropía o loable pluralismo: los cristianos adoramos a un quién. Se encarnó 2.000 años atrás.