Ya saben que la herejía -con amenaza de cisma- es una especialidad germana, de la tierra del señor Lutero

La herejía es más grave que el cisma. En la herejía tocas la doctrina, en el cisma sólo tocas el poder. La Iglesia no es una cuestión de poder sino de doctrina. Es el Cuerpo Místico de Cristo y un cuerpo se compone de todos sus miembros o es un cuerpo amputado. 

Tampoco lo piensen mucho, porque lo cierto es que ambos suelen ir juntos. La razón es que tanto el uno como el otro no suelen estar basados en el error, que también, sino en la soberbia, que es mala consejera y siempre aspira a empoderarse, como las feministas.

Estamos en el viejo chiste:

-¿Es usted alemán?

-Sí, pero yo seg alegman de Alegmania, no alemán de miegda...

No, alemán y orgulloso no son sinónimos. Es más, se conocen alemanes que pueden ser tan altaneros como el de cualquier otra nacionalidad.

Ahora bien, vivimos un intento de herejía y un intento de cisma... alemanes. Mejor, capitaneado por los propios obispos teutones, que el diablo confunda si no les ha confundido ya.

Reinhard Marx, expresidente de la Conferencia Episcopal alemana, que forma parte del G-8 (bueno, ahora se me han olvidado cuántos son), es decir, el círculo más próximo al Papa Francisco, grupo que se supone le ayuda en el Gobierno de la Iglesia. Marx lleva coqueteando con el caca-culo-pedo-pis desde hace demasiado tiempo: aborto, gaymonio, género, etc. Es la teología de la bragueta, si ustedes me entienden.

Pero aún peor que Marx, es su sucesor al frente de la Conferencia Episcopal alemana -¿Nos cargamos las conferencias episcopales?-, Georg Bätzing, que se ha empeñado en formar la teología de la bragueta: es decir, que Roma le dé la razón en sus majaderías. No se conforma con menos.

En resumen, la rebelión germana contra Roma no es más que la teología de la bragueta. Pero la Iglesia alemana es herética, cismática... y muy pelmaza por muy soberbia.

La actitud distante del Papa Francisco, intentado la enmienda de los prelados teutones, resulta encomiable pero no parece dar resultado. Habrá que cortar por lo sano para evitar el escándalo, que no consiste en mohínes y aspavientos sino en la confusión de los fieles.