Todo católico debe recordar los cuatro principios no negociables para un católico, que expusiera Benedicto XVI: vida, familia, libertad de enseñanza y bien común
Hablo con el presidente de una empresa del Ibex 35. Me dice: "Yo quisiera tener tu fe en Dios pero, si es que existe, no me ha concedido ese don". Le respondo: "Pues pídeselo".
Luego me doy cuenta de que he respondido mal y demasiado rápido. La fe cristiana no consiste en creer lo que no se entiende, aunque puede resultar necesario, ni en escudriñar cuestiones abstrusas ni tratados de teología profunda, tampoco en "pedir" porque la existencia humana es 99% Gracia de Dios y 1% libertad humana. Sin el 1%, el Padre eterno no puede devolver a la fe.
Recuerdo que cuando pasé una de mis más crudas dudas de fe en tiempos de universidad, cuando te atormenta el "y si nada fuera cierto", el famosísimo 'Y si', un sacerdote me proporcionó una curiosa definición: fe es decirle a Cristo que, aunque todos los sabios del mundo digan lo contrario, yo creo en tu palabra, "confío en ti".
Seguramente no es una definición muy académica pero el mosén había pronunciado la palabra mágica: confío.
En efecto, creer no es descubrir, es confiar en la palabra de un personaje histórico nacido hace aproximadamente 2020 año en Belén, hoy inmerso en Palestina, a pocos kilómetros de Jerusalén. Y eso que siendo hijo de Dios podía haber nacido en Bilbao. A partir de ahí el don de Dios viene solo porque Él está deseando otorgarlo.
Y esta distinción entre creer y confiar tal parece otro don de Dios, porque el hombre que me estaba confesando su deseo de creer en Dios es mucho más inteligente que yo y ha triunfado en la vida más que yo y la sociedad guarda hacia él mucha más consideración que hacia mí... pero suspira por una fe que yo tengo porque una buen día, alguien me hizo saber que creer no es más que confiar.
Además, después de este descubrimiento, todo viene dado, cuando caes en la cuenta de que el 99% de nuestros 'conocimientos' no nos vienen ni por la deducción, ni por el estudio, ni por la lectura, ni por la ciencia: nos viene porque hemos confiado en una persona y no en otra.
Santa Faustina Kowalska, la mística polaca del siglo XX, resumió todas sus revelaciones en cuatro palabras: Jesús, en Vos confío.
Algo similar nos aclaró ese Papa no olvidado, Benedicto XVI: "No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva".
O sea, confiando en Cristo. Lo que tú dices, Señor, va a misa. Nunca mejor dicho.