Francisco es el Papa que nos toca vivir a los católicos, hoy y ahora. Para algunos se trata de un signo de contradicción en el seno de la Iglesia. Un Papa que algunos piensan que divide en vez de reunir. Me preocupan los católicos, tanto los bautizados que viven un ateísmo práctico, como los que se confiesan creyentes. Estos segundos se dividen a su vez en los que van a misa, pero no creen en la jerarquía de la Iglesia y los que, por el contrario, conciben su vida a bordo de la barca de Pedro, a pesar de las aguas revueltas. Pero, reconozcamos que en no pocas ocasiones, nos dejemos llevar por ciertas noticias confusas en las que no profundizamos buscando la verdad verdadera.

La realidad es que estamos inmersos en una sociedad globalizada que nos permite conocer qué sucede en la otra punta del mundo en tiempo real. Sea como fuere, la saturación de noticias, o el estado social de tendencia maniquea que tanto abruma, nos lleva demasiado rápido a juzgar o hacer propios algunos datos sin contrastar, es decir, de ser presa de la posverdad reinante. «¿Cuál es la evidencia de que somos practicantes de la posverdad? Primero: prejuicios, va por delante una idea preconcebida de algo o alguien que nos pone a la defensiva. Segundo: nos creemos sin contrastar lo que nos interesa y rechazamos por lo mismo lo que consideramos que nos ataca».

Aquí es a donde quería llegar para salir en defensa de Francisco, nuestro Papa, que tanto preocupa a una parte importante de la Iglesia peregrina. Muchos católicos que se quieren identificar con la fe de la Iglesia, encuentran en Francisco un topo de la masonería, el Anticristo que las fuerzas del mal esperaban y las fuerzas del bien temían. De Francisco se han dicho auténticas barbaridades. Pero este hombre mayor ha llegado a la sede vaticana en un momento realmente difícil para todos, para creyentes y no creyentes. Una Iglesia perseguida desde san Pablo VI, fortalecida por san Juan Pablo II, asentada por Bendicto XVI y a la que Francisco trata de sujetar los cabos de las velas de la embarcación en plena marejada, solo, mientras unos le atacan, otros duermen y los que pueden -y deben- rezar por él no lo hacen porque piensan, creen, les han dicho, que es un illuminati... -¡Razón de más para orar por él, si fuera cierto!-.

Hace tiempo me pronuncié sobre este mismo tema y entonces me preguntaba si los católicos que critican al Papa Francisco, ¿rezan por él? Soy de la opinión, que antes de seguir insultando, persiguiendo o deseándole el mal al dulce Cristo en la tierra, como santa Catalina de Siena nombró a otro pontífice, Gregorio XI, podríamos echar en cara a Jesucristo que se equivocara cuando decidió confiar su obra a Pedro. 

De Francisco se han dicho auténticas barbaridades. Pero este hombre mayor, ha llegado a la sede vaticana en un momento realmente difícil para todos, para creyentes y no creyentes. Una iglesia perseguida desde san Pablo VI, fortalecida por san Juan Pablo II, asentada por Bendicto XVI y a la que Francisco trata de sujetar los cabos de las velas de la embarcación en plena marejada

¿Qué hay de aquello de «lo que atéis en la tierra quedará atado en Cielo…»? ¿Se puede insultar al Papa? En serio, ¿los católicos nos podemos permitir esto? Entonces, ¿en qué nos diferenciamos de los que se reían de Juan Pablo II en sus últimos meses de vida cuando decían de él que es un viejo que no sirve para nada al que ya solo se le cae la baba, o cuando a Benedicto XVI se le persigue desde los medios de comunicación por nazi o protector de la pederastia?

En mi opinión, creo que los católicos que arremeten contra Francisco han olvidado que el Papa, el que sea, es parte de la obra del Espíritu Santo, pues da paso a cada nuevo Papa en la historia de la Iglesia -insisto, nuestra Iglesia-. Me gustaría saber cómo combaten los críticos del Papa a los enemigos de la Iglesia cuando nos persiguen en la India, Pakistán, Nigeria, Corea del Norte o China… Incluso, sin ir tan lejos, en nuestra católica España, en los colegios que dirigen postulados religiosos o de espíritu confesional católico, con leyes que cercenan nuestra libertad religiosa; o leyes perversas como la ideología de género en instituciones, centros académicos y medios de masas de comunicación como Televisión Española.

¿Y si en vez de tirar piedras a nuestro propio tejado invertimos los esfuerzos en luchar por nuestro día a día, nuestros lugares habituales de relación, o los lugares donde nuestros hijos pasan más horas que en nuestra propia casa, como los centros escolares? ¿Qué hacen los que se escandalizan de Francisco porque no es tan católico como ellos mismos o como se cabe esperar de un Papa? Lo digo porque el Papa, al que la mayoría de las veces se le descontextualiza, responde a un momento histórico que invita a la oración y a la acción, y él pone su parte y no deja de hacer su trabajo allá a donde va.

Creo que estamos en el tiempo propicio, la Cuaresma, donde podemos buscar lo que la Iglesia propone independientemente del Papa de rigor, que es la conversión de nuestras intenciones, orientar el signo de la voluntad y examinarnos de hacia dónde la dirigimos. Es tiempo de oración, limosna y penitencia, con tal suerte que todo lo podemos aplicar por el Papa Francisco, que tanto lo necesita. Seamos católicos de corazón, no solo de carnet.

Vosotros sois mis amigos (Bendita María) de Juan García Inza. Este libro va dirigido especialmente a los sacerdotes y a todos aquellos que se preocupan de colaborar y rezar por ellos. En este libro se marcan las pautas para lograr una verdadera amistad entre los miembros del clero diocesano. Pensamos que su lectura puede facilitar esta fraternidad.

El regreso del hijo pródigo (PPC) de Henri J. M. Nouwen. Se ha convertido en un clásico de la Cuaresma, un texto alumbrador, cercano que te remueve por dentro y te lleva a los demás por Cristo. Un libro que se convertirá en imprescindible en tu biblioteca. Si lo lees una vez lo leerás toda tu vida.

Por qué somos católicos (Palabra) de Trent Horn. Un libro que explica la fe católica y que puede leer cualquier persona, sea atea, católica practicante o no. En él, Trent Horn usa un lenguaje sencillo, analogías sugerentes e historias reales que ayudan al lector a entender verdades sobre Cristo, la doctrina católica y sus enseñanzas morales. Un libro que explica por qué debemos amar, proteger y respetar al Papa, sea quien sea.