Pablo VI, Juan Pablo II y Francisco
Jubileo era la fiesta que celebraban los judíos cada cincuenta años cuando se condonaban las deudas y se revertían las propiedades. Funcionaban mejor que nuestros actuales mercados de valores y sin necesidad de reguladores, porque no reparaban en el espacio -la cantidad- sino en el tiempo -que marca la calidad. Es como el sistema democrático: para que no se desvirtúe la mejor forma es la de limitar los años de mandato: así de sencillo.
El jubileo universal del año 2025 durará desde la apertura de la Puerta Santa del Vaticano, el próximo día 24 de diciembre a las 19,00 horas, apertura que realizará el Papa Francisco, hasta la Navidad de 2026.
La bula papal que abre el Jubileo 2025 recalca todas las posibilidades de ganar dicho jubileo -indulgencia plenaria- para los fieles. Yo me atendría al cuarto párrafo del documento, que dice así: "Durante el Jubileo Ordinario del 2025 permanece en vigor cualquier otra concesión de Indulgencia. Todos los fieles verdaderamente arrepentidos, excluyendo todo afecto al pecado (cfr. Enchiridion Indulgentiarum, IV ed., norm. 20, § 1) y movidos por espíritu de caridad y que, en el curso del Año Santo, purificados a través del sacramento de la penitencia y alimentados por la Santa Comunión, oren por las intenciones del Sumo Pontífice, podrán conseguir del tesoro de la Iglesia, plenísima Indulgencia, remisión y perdón de sus pecados, pudiéndose aplicar a las almas del Purgatorio en forma de sufragio".
No olvidemos que un jubileo no es más que una muestra de la misericordia de Dios hacia los hombres. Todo jubileo y todas las indulgencias que conlleva pueden definirse en algo muy sencillo: Dios perdona al hombre.
Ahora bien, el "pecado del siglo XX (del siglo XXI ya ni les cuento) es que el hombre ha perdido el sentido del pecado" y ahí entra el mecanismo perverso: si no hay sentido del pecado no puede haber arrepentimiento, sin arrepentimiento no hay perdón, sin perdón no hay esperanza, sin esperanza la vida es un asco.
Para no perdernos: para ganar el jubileo, y se puede ganar incluso uno diario, durante 365 días, para el propio penitente o para las almas del Purgatorio (ya saben: "vamos a vaciar el Purgatorio") hay muchas posibilidades porque, en el fondo son un sola, presente en todos los formatos de indulgencia plenaria: tenemos que aceptar que somos pecadores y arrepentirnos de ello. En plata, de todos las condiciones para ganar una indulgencia plenaria la que nunca falta, insisto, en ningún formato, es la confesión y la comunión.
Todo ello por nuestra salvación y por la salvación de la sociedad, porque al silogismo anterior, el que termina en que la vida es un asco, debe entenderse, a partir de la espléndida descripción de Pablo VI sobre el sentido del pecado en el siglo XX, debe añadirse el otro silogismo, el de Juan Pablo II: "no hay paz sin justicia no hay justicia sin perdón".
Y más: sin paz interior no existe paz exterior, sin paz en el alma individual, no existe paz entre las naciones.
Citar a los tres papas no resulta baladí: recuerden que el jubileo de 1975 fue presidido por Pablo VI, el del año 2000, por Juan Pablo II, que aprovechó para canonizar a Faustina Kowalska y crear la actividad de la Divina Misericordia, un domingo después de Resurrección. Y éste, el de 2025, que comienza en unos días, estará presidido por el Papa Francisco.
Comienza el Jubileo: hala chicos, al confesionario; hala curas, a confesar.