Tradicionalmente, una de las formas de persecución a la iglesia católica ha sido intentar que los sacerdotes violasen el secreto de confesión.

De hecho, recientemente, al recibir a la comunidad del Pontificio Colegio Nepomuceno, el Papa Francisco centró su reflexión en el testimonio de San Juan Nepomuceno, sacerdote mártir del secreto de confesión, recogió Aciprensa.

Han pasado siete siglos pero los intentos continúan. Ahora, en Australia, cuya región de Australia Occidental ha impuesto que los curas esté obligados legalmente a informar sobre los abusos sexuales a menores, incluida la información obtenida en el sacramento de confesión, recoge Infocatólica de CatholicWeekly.

Los cambios forman parte de las nuevas leyes introducidas por el Gobierno de McGowan que entraron en vigor el 1 de noviembre.

Los sacerdotes no quedarán exentos de responsabilidad penal por no realizar una denuncia porque su creencia de que un niño ha sido o está siendo objeto de abusos se basa en la información revelada durante la confesión. No hacer una denuncia obligatoria es un delito en el estado con una pena máxima de 6.000 dólares.

No hacer una denuncia obligatoria es un delito en el estado con una pena máxima de 6.000 dólares

En los dos últimos años, han promulgado leyes similares en otros territorios de Australia: Australia Meridional, Victoria, Tasmania y el territorio de la capital australiana, recuerda Religión en Libertad.

Desde 2018 los obispos australianos y numerosos sacerdotes han insistido en que estas normas contra el secreto son inútiles e ineficaces y que en cualquier caso todos ellos prefieren ir a la cárcel, y más si hiciera falta, antes que romper el secreto de confesión, de vital importancia para la seguridad de los fieles, recuerda Religión en Libertad.

La Iglesia australiana ya se pronunció sobre esta problemática en 2020, cuando el arzobispo de Perth, Timothy Costelloe, defendió el secreto de confesión como "esencial para la fe católica". El prelado señaló la "horrible historia" de los abusos sexuales en la Iglesia Católica, y comentó que entendía que la gente estuviera consternada por su insistencia en defender el principio de la absoluta confidencialidad del sacramento tal como se practica en la Iglesia.

"Los pecados no se confiesan al sacerdote, sino a Dios", explicó el arzobispo. "El sacerdote, por lo tanto, no tiene derecho ni autoridad para revelar nada de lo que ocurre en este encuentro íntimo con Dios… Hacer ilegal la práctica libre de un aspecto esencial de la fe católica me parece que es algo que las sociedades seculares modernas tienen siempre entendido que está más allá de los límites de su autoridad", aseguró el prelado.