En su primer día de visita a la República Democrática del Congo, el Papa Francisco dirigió este 31 de enero su discurso a las autoridades, sociedad civil y cuerpo diplomático en el jardín del Palacio de la Nación de Kinshasa.

En este enlace se puede leer el discurso completo del Papa Francisco, recogió por Vatican.va

Y estas fueran algunas de sus palabras:

“La República Democrática del Congo, atormentada por la guerra, sigue sufriendo, dentro de sus fronteras, conflictos y migraciones forzosas, y continúa padeciendo terribles formas de explotación, indignas del hombre y de la creación. Este inmenso país lleno de vida, este diafragma de África, golpeado por la violencia como un puñetazo en el estómago, pareciera desde hace tiempo que está sin aliento”.

“Y mientras ustedes, congoleños, luchan por salvaguardar su dignidad y la integridad territorial frente a los deplorables intentos de fragmentar el país, vengo a encontrarme con ustedes, en nombre de Jesús, como peregrino de reconciliación y de paz. Mucho he deseado estar aquí y por fin he venido para traerles la cercanía, el afecto y el consuelo de toda la Iglesia, y a aprender de vuestro ejemplo de paciencia, de valentía y de lucha”.

“Quisiera hablarles a través de una imagen que simboliza bien la belleza luminosa de esta tierra: la imagen del diamante. Queridos congoleños y congoleñas, su país realmente es un diamante de la creación; pero ustedes, todos ustedes, son infinitamente más valiosos que cualquier bien que pueda brotar de este suelo fértil”.

“Que la violencia y el odio no tengan ya cabida en el corazón ni en los labios de nadie, porque son sentimientos antihumanos y anticristianos que paralizan el desarrollo y hacen retroceder, hacia un pasado oscuro”.

“Hablando del desarrollo paralizado y del regreso al pasado, es trágico que estos lugares, y más en general el continente africano, sigan sufriendo diversas formas de explotación. Hay una consigna que brota del inconsciente de tantas culturas y de mucha gente: ‘África va explotada’, y esto es terrible. Tras el colonialismo político, se ha desatado un ‘colonialismo económico’ igualmente esclavizador. Así, este país, abundantemente depredado, no es capaz de beneficiarse suficientemente de sus inmensos recursos: se ha llegado a la paradoja de que los frutos de su propia tierra lo conviertan en “extranjero” para sus habitantes. El veneno de la avaricia ha ensangrentado sus diamantes. Es un drama ante el cual el mundo económicamente más avanzado suele cerrar los ojos, los oídos y la boca. Sin embargo, este país y este continente merecen ser respetados y escuchados, merecen espacio y atención. No toquen la República Democrática del Congo, no toquen el África. Dejen de asfixiarla, porque África no es una mina que explotar ni una tierra que saquear. Que África sea protagonista de su propio destino”. 

“Queridos amigos, nuestro Padre del cielo quiere que sepamos acogernos como hermanos y hermanas de una misma familia y que trabajemos por un futuro que sea junto con los demás, no contra los demás. «Bintu bantu»: así, con mucha eficacia, uno de vuestros proverbios nos recuerda que la verdadera riqueza son las personas y las buenas relaciones con ellas. De manera especial, las religiones, con su patrimonio de sabiduría, están llamadas a contribuir a ello, en su esfuerzo cotidiano por renunciar a toda agresión, proselitismo y coacción, que son medios indignos de la libertad humana. Cuando se degenera al imponerse, persiguiendo adeptos indiscriminadamente, mediante el engaño o la fuerza, se saquea la conciencia de los demás y se da la espalda al Dios verdadero, porque ―no lo olvidemos― «donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad» (2 Co 3,17) y donde no hay libertad, el Espíritu del Señor no está”.