Prosigue el viaje del Papa a la República Democrática del Congo (África). Ayer miércoles se reunió con víctimas de la violencia “inhumana” en este país y también con representantes de algunas obras caritativas que trabajan en la región.

En el primer caso, algunas personas dieron testimonio de la violencia que sufrieron, lo que conmovió hondamente al Santo Padre. Por ejemplo, un joven contó cómo decapitaron a su padre delante de él. Un niño de 13 años relató cómo su familia fue asesinada con un cuchillo. Otra joven sufrió violaciones varias veces al día durante 19 meses. Y otra joven narró como sus secuestradores le obligaban a comer carne humana. 

Francisco les dirigió este discurso, del que extraemos algunas citas

“Gracias por la valentía de estos testimonios. Ante la violencia inhumana que han visto con sus ojos y experimentado en su propia carne, nos quedamos impresionados. Sólo cabe llorar, permaneciendo en silencio”. 

“Queridos habitantes del este, quiero decirles que estoy cerca de ustedes. Sus lágrimas son mis lágrimas, su dolor es mi dolor. A cada familia en luto o desplazada a causa de poblaciones incendiadas y otros crímenes de guerra, a los sobrevivientes de agresiones sexuales, a cada niño y adulto herido, les digo: estoy con ustedes, quisiera traerles la caricia de Dios. Su mirada tierna y compasiva se posa sobre ustedes. Mientras los violentos los tratan como objetos, el Padre que está en los cielos mira su dignidad y le dice a cada uno: «Tú eres de gran precio a mis ojos, porque eres valioso, y yo te amo» (Is 43,4). Hermanos y hermanas, la Iglesia está y estará siempre de vuestra parte. Dios los ama, no se ha olvidado de ustedes, ¡pero que también los hombres se acuerden de ustedes!”.

“En su nombre, junto a las víctimas y a quienes se comprometen por la paz, la justicia y la fraternidad, condeno la violencia armada, las masacres, los abusos, la destrucción y la ocupación de las aldeas, el saqueo de campos y ganado, que se siguen perpetrando en la República Democrática del Congo. Y también la explotación sangrienta e ilegal de la riqueza de este país, así como los intentos por fragmentarlo para poderlo controlar. Causa vergüenza e indigna saber que la inseguridad, la violencia y la guerra que golpean trágicamente a tanta gente, son alimentadas no sólo por fuerzas externas, sino también internas, por intereses y para obtener ventajas. Me dirijo al Padre que está en los cielos, que quiere que todos en la tierra seamos hermanos y hermanas. Inclino la cabeza humildemente y, con dolor en el corazón, le pido perdón por la violencia del hombre contra el hombre. Padre, ten piedad de nosotros. Consuela a las víctimas y a los que sufren. Convierte los corazones de los que cometen crueles atrocidades, que deshonran a toda la humanidad. Y abre los ojos de aquellos que los cierran o miran para otro lado ante estas abominaciones”. 

Hay que buscar y amar al Señor en los pobres

Después de esas palabras, el Santo Padre se dirigió a los representantes de algunas obras caritativas que trabajan en la región: por ejemplo, estaban presentes un hospital de enfermos de lepra, la escuela de ciegos “Petite Flamme” del Movimiento de los Focolares, los sordomudos de Bondeko, el Centro Dream de la Comunidad de San Egidio y las Monjas Trapistas de Mvanda.

A todos ellos, les dirigió este discurso, del que también extraemos algunas citas

“Gracias por todo lo que hacen. En este país, donde hay tanta violencia, que retumba como el estruendo ensordecedor de un árbol que es derribado, ustedes son el bosque que crece todos los días en silencio y hace que la calidad del aire mejore, que se pueda respirar. Es verdad, hace más ruido el árbol que cae, pero Dios ama y cultiva la generosidad que germina en el silencio, dando fruto; y posa su mirada, con alegría, en quien se pone al servicio de los necesitados. Así crece el bien, en la sencillez de manos y corazones abiertos a los demás; en la valentía de los pasos pequeños que se dan para acercarse a los más débiles en el nombre de Jesús”. 

“Me sorprendió una cosa, y es que no me refirieron simplemente los problemas sociales ni enumeraron muchos datos sobre la pobreza, sino que sobre todo hablaron de los pobres con cariño. Hablaron de ustedes y de personas que no conocían antes, y que ahora son para ustedes familiares, con nombres y rostros. Gracias por esta mirada que sabe reconocer a Jesús en sus hermanos más pequeños. Hay que buscar y amar al Señor en los pobres y, como cristianos, tenemos que estar atentos si nos alejamos de ellos, porque hay algo que no está bien cuando un creyente mantiene a distancia a los predilectos de Cristo”.

Yo quisiera agradecerles, queridos catequistas, porque para muchas comunidades ustedes son vitales como el agua

Y esta misma mañana, el Papa se ha encontrado con los jóvenes y catequistas, a quienes les ha dirigido, entre otras, estas palabras

"Yo quisiera agradecerles, queridos catequistas, porque para muchas comunidades ustedes son vitales como el agua; háganlas crecer siempre con la limpidez de su oración y de su servicio. Servir no es permanecer con los brazos cruzados; es ponerse en movimiento. Muchos se movilizan porque son atraídos por su propio interés; ustedes no tengan miedo de movilizarse por el bien, de invertir en el bien, en el anuncio del Evangelio, preparándose de manera apasionada y adecuada, dando vida a proyectos organizados, de largo alcance. Y no tengan miedo de hacer oír sus voces, porque no sólo el futuro, sino también el presente está en sus manos. Sitúense en el centro del presente.

Amigos, les he dejado cinco consejos para distinguir las prioridades entre todas esas voces persuasivas que circulan. En la vida, como en el tránsito urbano, frecuentemente el desorden crea atascos y bloqueos inútiles, que hacen perder tiempo y energías, y alimentan la rabia. Nos hace bien, en cambio, aun en la confusión, tener en el corazón y en la vida puntos fijos, direcciones estables, para dar comienzo a un futuro distinto, sin perseguir los vientos del oportunismo. Queridos amigos, jóvenes y catequistas, les agradezco lo que hacen y lo que son, su entusiasmo, su luz y su esperanza. Quisiera decirles una última cosa: no se desanimen nunca. Jesús cree en ustedes y no los dejará solos. La alegría que tienen hoy cuídenla y no dejen que se apague. Como decía Floribert a sus amigos cuando tenían baja la moral: “Toma el Evangelio y léelo. Te consolará, te dará alegría”. Salgan juntos del pesimismo que paraliza. La República Democrática del Congo espera de sus manos un futuro distinto, porque el futuro está en sus manos. Que su país vuelva a ser, gracias a ustedes, un jardín fraterno, el corazón de paz y de libertad de África".