Era un cachondo el Kierkegaard en su tristeza vikinga y brillante en su descaro
Era un cachondo el Kierkegaard en su tristeza vikinga y brillante en su descaro. Por eso, anticipó una de las mejores definiciones del signo de los tiempos actuales, los del siglo XXI: la blasfemia contra Espíritu Santo. Es decir, la anti-verdad y la posverdad, convertidos en dogma. El Soren soltó el siguiente proverbio: "El hombre no se tranquiliza hasta que no ha hecho del error un dogma, solo entonces se siente seguro contra la verdad".
La blasfemia contra el Espíritu fue definida por Jesús tras un incidente con los fariseos: cuando estos le dicen que es con el poder del Príncipe de los demonios por lo que es capaz de expulsar demonios.
Estaban llamando demonio al Hijo de Dios, es decir, estaban llamando bien al mal y mal al bien, verdad a la mentira y mentira a la verdad.
Kierkegaard adelantaba la blasfemia contra el Espíritu Santo vigente hoy y, al mismo tiempo daba razón a la sociedad del pánico en la que vivimos: primero se convierte el error en dogma, pero como sigue siendo falso, el efecto psíquico sobre la mente de la mayoría es que el suelo tiembla bajo los pies, el mismo pánico que producen los movimientos sísmicos. Primero viene el error, luego el error convertido en dogma o blasfemia contra el Espíritu, finalmente, el pánico. En ello estamos.