El poder se resiste a soltar el bozal, verdadero trágala para domeñar al personal. Como la gente ya se sentía demasiado idiota con bozal por las calles han decidido levantar la prohibición pero eso sí, intentando poner más normas, más prohibiciones, como las de mantener el tapabocas en los conciertos o seguir aumentando con cuentagotas el número de espectadores en estadios abiertos (del 75 al 85%). Gotita a gotita y cuando veamos que la gente no aguanta más... un poquito más.

Mientras se consolida la idea, hasta anteayer considerada negacionista, de que este virus no sabemos ni de dónde viene ni adónde va. Lo primero es molesto pero lo segundo ampliamente peligroso. Si mañana nos hablan de una novísima cepa mortal, con mayor o menos relación con el Covid... pues nos lo creemos. Es lo malo de no conocer el origen de las cosas que tampoco sabemos su futuro. Y eso a pesar de las muchas evidencias científicas.

Pero tranquilos, hace nueve meses que el presidente Joe Biden nos dijo que en tres meses, o sea, hace seis, ya sabría su origen. La cosa se retrasa, pero el somnoliento Joe nunca falla. O a lo mejor los chinos deciden explicarnos qué ocurrió en Wuhan.