“Mundo “progre” del humanicidio: no maternidad, no familia, no compromiso ni crianza… Cultura del disfrute, el gusto del momento, irresponsable, ni cargas ni prójimo, pero sí colegas”.

He leído en la prensa un artículo sobre la cultura progre o “progresistas”, como se auto-titulan algunos gobiernos, en el que me llamaron la atención las palabras que encabezan este escrito. Va a hacer casi siete años publiqué el artículo que vuelvo a reproducir a continuación por su rabiosa actualidad.

Quiero añadir que hay otro componente que nos ha llevado a la actual situación, y es la confusión –también interesada, o no– de llevar al ánimo de los ciudadanos de que el Estado educa; y que tiene la obligación de hacerlo. Quienes siempre han educado y educan son los padres, con sus vivencias en la casa y la familia; el Estado es subsidiario y si acaso complementario de esa función, y su obligación es la de enseñar.

Quienes siempre han educado y educan son los padres, con sus vivencias en la casa y la familia; el Estado es subsidiario y si acaso complementario de esa función, y su obligación es la de enseñar

Por ello, cuando se hizo “no hace mucho tiempo” cargo de la alfabetización y enseñanza de diversas disciplinas de los ciudadanos, se dio el nombre de Ministerio de Enseñanza Pública al organismo encargado de ello. Los primeros Institutos que se crearon se denominaron Institutos de Enseñanza Pública. Cuando ya llevaban, muchos, muchos años, ocupándose de la enseñanza instituciones muy relevantes de la Iglesia.

Y sin olvidar a las mujeres, que en nuestra sociedad – en un parte importante – han hecho dejación de dos funciones básicas para nuestra especie humana: ser madres y educar a la prole. Puede parecer “carca”, pero esa es la desgraciada realidad.

El Coleguismo, o el Síndrome del colega

08/05/2015

Hace tiempo se viene observando la pérdida de autoridad en todos los estamentos de la sociedad moderna.

Los hijos ni respetan, ni obedecen a sus padres, los alumnos ni obedecen, ni respetan a sus profesores…, y así sucesivamente podemos ir subiendo hasta los poderes más altos, sean de los Gobiernos o de la Iglesia. Y no me refiero a la autoridad impuesta, sino a la auctoritas que posee una persona o Institución, por ser quien es, por lo que representa o por el lugar que ocupa: un padre, una madre, un profesor, un director de una empresa, un sacerdote o un gobernante. E igualmente el respeto que se debe a una Institución: Judicial, Legislativa, o Gobierno.

Actualmente se difama, se calumnia, se pone en tela de juicio la presunción de inocencia, no se respetan las leyes, no hay pudor ni discreción y sólo se habla de derechos, sin ninguna obligación u obligaciones que son inherentes al ejercicio de dichos derechos; y no se asumen ni las consecuencias ni la responsabilidad de nuestros actos, y el resultado es esa falta de autoridad, y la consiguiente degradación de la sociedad que es evidente a ojos vista.

Y así nos encontramos con que hay hijos que empiezan a pegar a sus padres, o los denuncian falsamente; de alumnos que agreden a los profesores, y estos llegan a padecer serias crisis hasta apartarles de su profesión, etc.

Se instaló la idea de que los padres tenían que ser amigos de sus hijos, y estos empezaron a olvidar que lo primero que son y deben de ser, es padres. Ser respetados, admirados y dar ejemplo a sus hijos

¿Cómo hemos desembocado en esto?  Personalmente he llegado a la conclusión de que padecemos un Síndrome, que le he dado en llamar: Coleguismo, o el Síndrome del colega.

¿Por dónde ha empezado?  Pues en primer lugar en las familias, en sus casas, por los propios padres. Se instaló la idea de que los padres tenían que ser amigos de sus hijos, y estos empezaron a olvidar que lo primero que son y deben de ser, es padres. Ser respetados, admirados y dar ejemplo a sus hijos. Esto no está reñido con el amor y el calor debido, para que los hijos aprendan a confiarles sus preocupaciones, sus anhelos, sus deseos; y acepten de buen grado las enseñanzas que reciben de ellos. Es decir, elevando el nivel de educación en la casa, y no rebajándolo hasta el  nivel del “colega”. En lo que se entiende por colega. Con el que hoy estoy a buenas y mañana no, según que me caiga bien o no. Entonces es cuando se empieza a perder la auctoritas, que no hay que confundir -y se confunde adrede en multitud de ocasiones-, con el autoritarismo, o la autocracia.

Después ha continuado en la escuela, los maestros han caído en el mismo error. Se ha empezado por el tuteo, “por la cercanía”, por anteponer  a ser amigos antes que profesores. La consecuencia, el padre que ya no es el padre, sino el colega, acude al Colegio a defender a su colega en contra del profesor y a demandarle explicaciones, de por qué suspende a su hijo/hija, o “lo mira mal”.

Después ha continuado en la escuela, los maestros han caído en el mismo error. Se ha empezado por el tuteo, “por la cercanía”, por anteponer  a ser amigos antes que profesores

Así la espiral ha ido creciendo, e introduciéndose en todos los niveles de nuestra sociedad, con la perdida evidente de autoridad; con ese afán de que hay que ser cercanos, hasta que llega un niño y mata a su profesor, a su padre,… O amenaza con tierna edad el denunciar  a sus padres, si estos no hacen su capricho. Y hasta las leyes lo han favorecido. Es el Síndrome del Colega, o Coleguismo.