Allá por 1919, recién terminada la primera guerra mundial, el entonces Papa Benedicto XV aseguró que habíamos llegado a "la guerra establecida como institución permanente de toda la humanidad". Y eso que aquel pontífice tan solo conocía una forma de violencia, la guerra. Nada sabía del terrorismo, o la más importante: la amenaza permanente de guerras nuevas como la nuclear, incoada en Hiroshima y Nagasaki; la bacteriológica, incoada en algunos conflictos locales pero siempre presente en el miedo colectivo, etc.

Un siglo después, su sucesor, Francisco, habla de III Guerra mundial "por trozos", la misma idea con dos imágenes distintas. Francisco alude al espacio y Benedicto XV al tiempo. En cualquier caso, guerra global y permanente.

Ahora recordemos la predicción de Cristo (Mateo 24 y Mc 13) sobre el fin del mundo. Insisto, voy a Cristo, no a ningún profeta o intérprete autorizado, y mira que ha habido en toda la edad moderna, desde Donoso Cortés, San Pío X, Maritain, Belloc, Robert H. Benson (el favorito de Francisco), San Pío de la Pietralcina. Cristo une los dos desastres, el tipo y el arquetipo: la destrucción de Jerusalén, año 70, por Vespasiano y Tito -menudo par de salvajes- como imagen de la Parusía, la segunda venida de Cristo. Un advenimiento que tampoco es nada extraño: como dogma de fe que es, figura en el Credo que recitamos, aunque rara vez reparemos en el "y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos". Vamos, que no hablo de un iluminado que se refeire al fn del mundo, ni tan siquiera de otros textos canónicos como el Apocalipsis o de las profecías de Daniel, hablo de la Palabras del mismo Jesús de Nazaret, que no se refiere a terceros sino a sí mismo. 

Benedicto XV aseguró hace 100 años que habíamos llegado a "la guerra establecida como institución permanente de toda la humanidad"

Las pistas que ofrece Jesús sobre el Anticristo que precederá a su Segunda Venida pueden resumirse en tres: se predicará el evangelio a todas las naciones, Jerusalén volverá a ser hollada por los judíos y... los signos de violencia extrema y toda la desgracia a ella asociada, serán terribles. Pues bien: en el siglo XXI no aumenta la miseria, lo que aumenta es la violencia... heredada del siglo XX. El panorama anunciado por Jesucristo parece ya diseñado.

Giovanni Papini, que no era ningún visionario, en su Historia de Cristo, asegura que la era del Anticristo, con el Evangelio en la mano, podría estar próxima: "Jesús no nos anuncia el día pero nos dice qué cosas serán cumplidas antes de aquel día: que el evangelio del reino será predicado antes (de su segunda venida) a todos los pueblos y que los gentiles no hollarán Jerusalén. Estas dos condiciones se han cumplido en nuestro tiempo y quizás el gran día se viene. Si las palabras de la segunda profecía de Jesús, la del fin del mundo, son verdaderas, como se ha verificado que lo fueron las de la primera, el fin de Jerusalén, la parusía no puede estar lejos… pero los hombres de hoy no recuerda la promesa de Cristo y viven como si el mundo hubiese de durar siempre".  

Al final, la conclusión de Leonardo Castellani: "El Anticristo no tiene ahora mismo más trabajo que el nacer... si no ha nacido ya". 

¿Qué hacemos? Lo mismo que siempre pero con más amor a Dios.