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África, desde siempre, ha sido el continente proveedor de seres humanos en el desarrollo evolutivo de nuestra especie. Ha sido la principal cantera de esclavos para el enriquecimiento del nuevo mundo y el avance económico, mientras que África permanecía anclado en ese mismo estado de atraso social, tecnológico y científico. África, sigue siendo el principal proveedor de materias ricas y recursos naturales del resto del mundo. África es la tierra del dolor y la pobreza más continuada desde que la historia es reconocida, porque desde hace siglos se convirtió en el cortijo de aquello que hemos denominado pomposamente “primer mundo”.
En la actualidad, viejos y nuevos países se dividen y rompen una y otra vez las posibilidades del crecimiento africano gracias a los hombres fuertes -es decir, a esos personajes colocados a dedo en el poder por ciertos occidentales para que sigan a buen recaudo los intereses particulares de algunos estados en el resto del mundo-, que hacen su trabajo por motivos ideológicos o a través del islamismo radical. Pero fíjense que hasta un reloj estropeado da bien dos veces la hora al día, y cuando en 2009, el entonces presidente de EEUU Barack Obama viajó a Ghana, apuntó en un discurso que «África no necesita hombres fuertes sino instituciones fuertes». Sabía bien lo que decía, lo que no sé es en qué sentido, pero la frase reflejaba, y refleja, la corrupción constantemente mantenida.
África es la tierra del dolor y la pobreza más continuada desde que la historia es reconocida, porque desde hace siglos se convirtió en el cortijo de aquello que hemos denominado pomposamente “primer mundo”
Esta corrupción endémica, que se da prácticamente en todo el continente, ha provocado la muerte de miles de personas por genocidios, hambre, guerras, enfermedades, miseria, abandono… Y reciben el desprecio, principalmente de Europa y Estados Unidos, que lavan su conciencia con campañas lacrimógenas (luego hablaré de ellas). Si fuese cierto que el mundo avanzado tuviese verdaderamente interés en cubrir la deuda a todos los niveles que tienen con África, la ONU no chantajearía con ayudas millonarias a ciertos países con imposiciones políticas homosexualistas y el desgaste demográfico a través del aborto, como sabemos que sucede.
Curiosamente, la historia vuelve a dar la razón a la manera de ver la vida desde la hispanidad, porque los países que en algún momento de la historia han colonizado África, han hecho lo que sabían hacer, explotar los recursos humanos y naturales hasta que las circunstancias lo permitieran. Y aunque Alemania y Francia han reconocido sus genocidios consentidos, siempre han logrado salir indemnes de su leyenda negra particular. No así España, a la que el ahínco global anglosajón sigue mintiendo sin empacho aquí, allá y acullá. Por lo visto, solo tienen que pedir perdón la Iglesia y los españoles, precisamente los que más han hecho siempre por las poblaciones aborígenes, ¡incluso, hasta propiciar el mestizaje!
En 2009, Barack Obama viajó a Ghana y apuntó en un discurso que «África no necesita hombres fuertes sino instituciones fuertes». Sabía bien lo que decía, lo que no sé es en qué sentido, pero la frase reflejaba, y refleja, la corrupción constantemente mantenida
La prueba es que cuando España heredó de Alemania la colonia de Guinea Ecuatorial, inmediatamente después se convirtió en provincia española con todos los derechos de ciudadanía y no colonos de segunda, y posteriormente en autonomía, por cierto con el PIB más alto de aquellos años de España gracias al desarrollo cultural, empresarial y social más importante de su historia. Todo bien hasta que el entonces presidente de Naciones Unidas Corneliu Manescu propuso que para que España recuperase Gibraltar debería descolonizarse. Carrero Blanco no lo veía pero algo le obligó a ceder… ¡y no se equivocaba! Porque Corniliu, dirigente del Partido Comunista en Rumanía, trampeó y colocó a su hombre fuerte, Francisco Macías Nguema, convirtiéndose en el primer presidente dictador de la República, asesinando poco después a los dos opositores fieles a España.
A pesar de todo esto, los grandes países con sus intereses logran desestabilizar de manera sistemática las naciones africanas, aunque a través de algunos medios de comunicación trasladen la imagen al mundo entero de que África es pobre y que sobrevive en una agonía imposible, que ya dura siglos, sobreviviendo gracias a Occidente. Grandes ONG o instituciones internacionales como Oxfam, Unicef, la Cruz Roja, LifeAid y otras, quizá no tan conocidas, realizan campañas publicitarias multimillonarias, que se presentan como el canal apropiado de la caridad posible, a personas inocentes que creen que gracias a ellos África se salvará. Unos pagan para salvar y otros roban el salvamento. No piense nadie que son solo mafias y bandas organizadas -por cierto, The Open Society Foundations fundada por George Soros, tiene mucho que ver en esto-. También hay mucha seda y reloj de oro que participa del expolio. Por ejemplo, ¿sabía que el franco FCA, cuyo patrón de valor lo marca Francia, es la moneda usada también por otros 14 países africanos -casi todos ellos antiguas colonias francesas-? ¿Y sabe usted que, según el economista Nicolas Agbobou, «Francia percibe una cantidad neta de 250.000 millones de francos CFA de intereses anuales?». Ahí lo dejo.
Si fuese cierto que el mundo avanzado tuviese verdaderamente interés en cubrir la deuda a todos los niveles que tienen con África, la ONU no chantajearía con ayudas millonarias a ciertos países con imposiciones políticas homosexualistas y el desgaste demográfico a través del aborto, como sabemos que sucede
La Iglesia ha desarrollado en África el mayor despliegue histórico de misiones, que como se sabe tratan de evangelizar desde el esfuerzo personal enseñando al que no sabe, alimentando al hambriento y visitando a los que están en la cárcel y enterrando a los muertos. Esto le ha valido el reconocimiento del silencio cínico de muchos países, la violación y la muerte por martirio de cientos de religiosos, sacerdotes, monjas y laicos que gastaban su vida con los más miserables por amor a Dios. Sin ir más lejos, recientemente en Sudán del Sur, Mary Daniel Abut y Regina Roba, dos religiosas de la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús han sido asesinadas por eso, por ser lo que eran a pesar de ser negras.
A la sombra del elón (Sekotia) de Juanma Aznárez. Estupenda biografía narrada de cómo la oposición de Guinea Ecuatorial a finales de los años 60 tuvo que salir del país amenazada de muerte, refugiándose en España. Huyeron incluso en la península de los ardides, trampas y amenazas que recibían desde el presidente Macías, quién había jurado muerte a Severo Moto, legítimo líder de la oposición. El camino de huida fue duro, su estancia en España no fue mucho mejor.
Los últimos de África (Sotavento) de Pablo Ignacio de Dalmases. Este breve ensayo de historia y viajes nos muestra que España también tiene algunos oscuros capítulos con el pasado, ya sea con Guinea Ecuatorial, Sahara, Ifni, Ceuta, Melilla, Chafarinas, Perejil, Fernando Po… Lugares que colonizó o convirtió en provincias, pero en los que quizá dejaron mucho que desear los políticos, los intereses geopolíticos o… la cobardía.
Llanto por la tierra amada (Palabra) de Alan Paton. Hay novelas que te contarán mejor que los ensayos qué sucedía en África, en este caso en Sudáfrica, cuando los tiempos de principios de siglo XX, cuando comenzaba a moverse el suelo que durante décadas pisaban los blancos porque los negros tomaban posiciones de justicia e independencia. Esta novela cuenta que no todos lo hicieron mal, que no todos quisieron abusar de su posición relevante y que muchos mantuvieron relaciones casi fraternales entre personas de diferentes razas y colores. Un bestseller que dejará huella en el lector por la historia y por cómo es narrada.