La mañana del martes, apertura del curso judicial, constituyó un nuevo jalón en el proceso de preparar a los españoles para el impacto de una negociación con ETA. El Gobierno Zapatero lleva filtrando a distintos medios periodísticos que el acuerdo con ETA es posible, y que la banda podría decretar una tregua en breve plazo. Por eso, el Fiscal General del Estado, Cándido Conde Pumpido, el hombre que aspira a presidir el Tribunal Supremo, habló de la debilidad de ETA y de que el fin de la banda terrorista es posible.

Es una negociación curiosa, pues sus conclusiones están marcadas desde hace un añ abandono de las armas a cambio de deportación de etarras con delitos de sangre y beneficios penitenciarios para el resto de miembros de la banda, así como el visto bueno para la reincorporación de Batasuna a la vida pública con las mismas caras de antaño y algún que otro Ternera, es decir, etarra convertido en político.

Ahora bien, el problema de Zapatero para lograr este ansiado papel de pacificador de Euskadi no está ni en los terroristas, ni en Batasuna, sino en el PNV, que con la pacificación de Euskadi pierde su principal arma política: la equidistancia entre el Estado y los etarras, entre independentistas y españolistas, a la que lleva jugando desde hace 25 años. En cualquier caso, Conde Pumpido también ha cumplido con su papel.