Detesto lo que dice Rubén Manso pero he de defender su derecho a decirlo y hasta casi su deber, porque estamos ante uno de los pocos pensadores originales que quedan en economía (sí, existe tal cosa, o al menos deseo fervientemente que exista). Ahí va su artículo, al que cedo el sitial.

La bondad de la especulación

Don Eulogio y yo discutimos por la bondad de la especulación. Discutimos porque mi soberbia es mucha y me es imposible aceptar que él siempre lleva razón, como corresponde siempre al director de este medio. Don Eulogio me pide que condene la especulación y yo no lo hago con los viejos argumentos libremercantiles de los riesgos que asume el especulador y la liquidez que aporta al mercado. Lo de los riesgos, lo entiende casi todo el mundo.
Lo de la liquidez, no. Pero está claro, que es más fácil que la gente invierta en activos que son fácilmente liquidables, es decir: que en cualquier momento puede encontrarse un comprador, que en aquellos en que no. Por otro lado, es muy difícil diferenciar cuando alguien especula o no, e incluso diferenciar si la especulación por cuenta ajena -la que practican los gestores de nuestros fondos de pensiones, de inversión y de las primas que pagamos por nuestros seguros- de la por cuenta propia. Don Eulogio ataca los derivados.
A mi me gustan, en parte porque buena parte de mi carrera profesional va unida a los mismos y porque, como suelo decirle, el mal no está en los derivados sino en el uso que se hace de ellos. Es el ejemplo del hacha que suelo poner a mis alumnos: un hacha es muy útil, incluso para cortarle la cabeza a mi mujer. Aquí, Don Eulogio casi consigue convencerme: son activos financieros malos los que están vacíos de contenido.
Y me pone el ejemplo de las hipotecas subprime, que no me parece el mejor ejemplo pero me pone sobre la pista de en dónde podemos encontranos Don Eulogio y yo. Un bono o una acción no son malos, aunque pueden usarse mal. Un derivado, tampoco. Aunque no lo crean, un derivado es poco más que un contrato de seguro sobre la variación de un precio del mercado. Igual que usted asegura su casa, puede asegurar su cartera de accionescon un derivado. Los bonos, las acciones y los derivados pueden utilizarse mal en un doble sentido: pueden utilizarse equivocadamente y pueden utilizarse para hacer el mal. En este último caso, es difícil discernir cuando se están utilizando para hacer el mal y, lo que tiene más importancia, es difícil saber cuando el que hace el mal sabe que lo está haciendo. Pero estoy de acuerdo con Don Eulogio, el problema está en la existencia de activos financieros vacíos de contenido. Un activo financiero sin contenido es un mal en si mismo.
He revisado todos los activos financieros que conozco, y creo que conozco a casi todos, y he llegado a la conclusión de que hay uno sin contenido que es el origen de todos los males: el dinero fiduciario. Es decir, el dinero que emiten los bancos centrales sin respaldo de ningún tipo, como por ejemplo: el oro. Los bancos centrales son los grandes especuladores en el sentido peyorativo que le gusta darle a Don Eulogio. Tienen la capacidad de maquinar para alterar el precio de las cosas. En concreto del dinero y de su valor intertemporal: el interés. Don Eulogio, vayamos juntos a quemar los Bancos Centrales.

Rubén Manso Olivar
Sólo un matiz: Sr. Manso: si todos los productos especulativos son buenos, me imagino que lo ocurrido desde septiembre de 2007 hasta ahora -y lo que queda- es producto del mal uso del hacha. Dígame: ¿el energúmeno que se dedica a dar hachazos por todo el orbe, es el gobernador del Banco de España, señor MAFO? Hay que ver la maestría de este hombro utilizando un instrumento de suyo tan bonancible que incluso sirve para cortar la leña que nos calienta en invierno.

De acuerdo, la especulación es bonísima pero lo malo son los especuladores. Es decir, que el asesinato es una de las bellas artes, pero los asesinos, qué quieren que les diga, son la repera.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com