A mí me ha tranquilizado mucho que el secretario de Comisiones Obreras (CCOO), Fernández Toxo, se haya felicitado por el hecho de que en la huelga de Metro que ha destrozado los nervios de los madrileños se hubiera realizado sin violencia.

Y esto es bello e instructivo, porque demuestra, como en la ideología de género, que la única violencia que conciben algunos es la violencia física, el bofetón, el mamporrazo, el navajazo y el tiro en la nuca.

Y todo eso es violencia, ciertamente, pero a lo mejor no la única violencia.

Violencia es toda privación de libertad. Violencia es que anuncie por televisión, un sindicalista, que va a reventar Madrid. Violencia es que en lugar de dañar a la empresa que te baja el sueldo con menos negocio simplemente  incumplas los servicios mínimos y tomes como rehén a todos los usuarios que no te han bajado el sueldo.

Violencia es enviarle emilios a los trabajadores con claras amenazas si se les ocurre ir a trabajar.

Violencia es que te sitúes en las cocheras para no dejar pasar a quien quiere trabajar.

Violencia es amedrentar no sólo a tus afiliados sino a los que no se afilian porque pasan de los sindicatos.

Violencia es organizar una huelga con el dinero del contribuyen para fastidiar al contribuyente.

Violencia es aprovechar la cobertura mediática de un cargo como el de Cándido Méndez para asegurar que la culpa no la tiene el Gobierno socialista, sino el Popular de Esperanza Aguirre -que no es santo de mi devoción, como todo el mundo sabe- pero que no ha hecho otra cosa que extrapolar al Metro de Madrid -trabajadores muy bien pagados y con empleo estable- lo que Zapatero ha aplicado a todos los funcionarios del país.

Por lo demás, este chantaje-secuestro a la ciudadanía, es una forma de violencia y será el fin de los sindicatos de clase, CCOO y UGT. Porquen insisto, los sindicatos no sobran en el siglo XXI: lo que sobran son CCOO y UGT. Y lo que hay que promulgar no es una ley de huelga, sino una ley de financiación sindical que termine con sus prebendas, porque ya no representan a nadie pero cada vez tienen más dinero, cada día son menos democráticos pero su presupuesto les convierte en verdaderas multinacionales con acceso permanente a cámaras y micrófonos. O sea, que no son sindicatos sino partidos políticos que, encima, no se examinan en las urnas cada cuatro años, porque las elecciones sindicales tienen de libres y democráticas lo que yo de arzobispo de Talavera de la Reina.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com