Sr. Director:
¡Qué suerte! Con el paro que hay y el viernes me llaman para trabajar como becario. El lunes ya tenía que empezar. Trabajaría como administrativo en una subcontrata de las aseguradoras.

Llego, me colocan el teléfono encima del hombro; lo sujeto con la oreja y rápidamente a teclear. En la facultad jamás me enseñaron a mecanografiar, ni como humillar a un operario para que termine el trabajo en el mismo día; ni que en la construcción, la jornada máxima es indiferente.

Pero, de repente, ya había aprendido a darles largas a los damnificados de una inundación; cómo no pagar la indemnización que se debe por una ñapa chapucera; y que si exiges menos de diez horas diarias, tienes que firmar la rescisión de un contrato que ni siquiera has visto, y, sobre todo, que dos días de prácticas enseñan más que dos carreras.

Pablo Muíño Saavedra