Mucho ruido y pocas nueces. Esa sería una buena definición para esta ambiciosa coproducción europea (en la que participa España) que cuenta con un arranque muy prometedor y que se va desinflando a medida que avanza la trama.

El comienzo de la película nos sitúa en noviembre de 1989, cuando espías de ambos lados están a la espera de conocer qué les deparará el futuro en el nuevo orden mundial  tras la caída  del muro de Berlín. En esos complicados días, a dos agentes: Michael Roddick y Peter les encargan una misión trascendental que acaba de una forma inusual. Dieciocho años más tarde, cuando ambos han reconstruido su vida y creen que todo estaba olvidado irrumpe su pasado de forma inesperada y violenta

Basada en la novela homónima de Daniel Vázquez Sallés, el comienzo de Flores negras es rápido y ágil y capta la atención del espectador que se siente realmente intrigado con este thriller de espías que salta a través de varios escenarios. Pero la situación cambia cuando el director modifica el cromatismo (para indicarnos el salto del pasado al presente) y nos sumerge en una historia lenta, con situaciones repetitivas y diálogos pobres que no llevan ninguna parte. Igual de perdidos parecen los actores (un excelente reparto internacional en el que destaca el veterano Maximilian Schell) que hacen lo que pueden en sus respectivos cometidos.

Es una pena pero Flores negras decepciona a pesar del evidente esfuerzo de rodaje y de contar con elementos argumentales que auguraban una buena historia.

Para: Los que quieran ver una película española de espías. Por favor, no la comparen con algunos excelentes largometrajes recientes como La vida de los otros