El oro negro se ha convertido en la gran clave de la batalla del siglo XXI. La otra será el agua. Pero, de momento, la dependencia energética occidental del petróleo ha disparado la tensión entre consumidores y productores. El nivel del petróleo a 40 dólares supone, según los cálculos del ministro de Economía, Pedro Solbes, un recorte en nuestra previsión de crecimiento de medio punto, seis décimas si seguimos las estimaciones del nuevo director gerente del FMI, Rodrigo Rato.

 

La amenaza supone un serio revés para el control de precios en la eurozona y el despertar económico del Viejo Continente. El comisario europeo, Joaquín Almunia, confía en que los actuales máximos históricos del oro negro sean sólo coyunturales, pero lo cierto es que su esperanza no es más que la muestra de un deseo.

 

En el otro lado del Atlántico, la situación empieza a preocupar. La debilidad del billete verde ha impulsado las exportaciones un 2,6%. Pero el nivel del petróleo ha encarecido las importaciones que se han visto incrementadas un 4,6% situando el déficit comercial en un máximo histórico de 46.000 millones de dólares. En este contexto, la Casa Blanca se dispone a intervenir, porque acumular déficit comercial y fiscal en demasía afecta a la salud económico-financiera del país.

 

Mientras tanto, los productores siguen debatiendo si deben incrementar las cuotas o no. La propuesta de Arabia Saudí de elevar la producción en un millón y medio de barriles cuenta con el apoyo de Kuwait y el rechazo de Venezuela. Sin duda, Hugo Chávez está más preocupado de su inmediato futuro político que de la estabilidad económica mundial. El presidente de la OPEP, Purnomo Yusgiantoro, asegura que el cártel tratará de evitar una crisis mundial como la de 1973. Mala cosa cuando se menta la bicha. Probablemente, la reunión de la OPEP prevista para el viernes 21 en Ámsterdam no desbloquee la situación. La amenaza norteamericana de intervenir en el mercado es un mejor argumento. Veremos.