La gota es la enfermedad inflamatoria articular más frecuente. Se desarrolla porque el paciente acumula un exceso de ácido úrico en el organismo, lo que se denomina ‘hiperuricemia’. Pensando en ella a todos nos viene a la cabeza la imagen de un dedo del pie inflamado y es que ese depósito de cristales de ácido úrico suele concentrarse en las articulaciones más bajas del cuerpo, en los riñones o incluso en los tejidos blandos.

En la actualidad esta patología no es curable, si bien puede llegar a controlarse completamente. De hecho, en los últimos años se han comercializado nuevos fármacos que controlan los niveles de ácido úrico en sangre, mejorando así el control de la artritis gotosa, como también se la llama.

Dr. Juan Carlos Nieto. Reumatología

 

“Pero, sin duda, el mayor cambio que se ha producido en el manejo de la gota es en la estrategia de tratamiento, más estricta en el objetivo del mismo, mejorando el pronóstico de los pacientes”, asegura el doctor Juan Carlos Nieto, reumatólogo del Hospital Ruber Internacional y del Centro Médico Ruber Internacional Habana.

Según el estudio EPISER, de la Sociedad Española de Reumatología (SER), el 2,3% de la población española sufre artritis gotosa, más conocida como gota, afectando fundamentalmente a más hombres que a mujeres.

Se trata de una enfermedad metabólica, prosigue el especialista, que produce un aumento de ácido úrico en sangre: “El ácido úrico se deposita en las articulaciones y en los tendones de las articulaciones, y, tras un estímulo desencadenante, como un traumatismo, por ejemplo, se produce una artritis aguda y muy dolorosa”.

El inicio: el dedo gordo del pie

La localización más característica de la gota es la inflamación de la primera metatarsofalángica de los pies, es decir, de una zona ubicada en el dedo gordo del pie. “Puede aparecer en la piel una zona enrojecida, caliente, como inflamada e hinchada, y que es extremadamente sensible al tacto. Con el tiempo -añade este reumatólogo- estos episodios van aumentando en frecuencia y en articulaciones afectas”.

No obstante, el doctor Nieto remarca que un paciente con hiperuricemia no tiene por qué tener síntomas en las primeras etapas de la enfermedad, si bien las crisis gotosas pueden aparecer mediante un dolor muy intenso, que puede darse por la noche, sobre todo, y cuya duración se puede prolongar hasta varias semanas.

“Además de la propia artritis, se ha demostrado un aumento del riesgo cardiovascular de los pacientes con gota. Por otro lado, la hiperuricemia favorece la hipertensión arterial”, asegura el reumatólogo de Ruber Internacional.

Un mejor diagnóstico

En ese sentido, el doctor Nieto explica que la ecografía articular puede detectar depósitos de cristales de ácido úrico tanto en articulaciones como en tendones, “favoreciendo el diagnóstico temprano y ayudando en el seguimiento, es decir, controlando el tamaño de los depósitos”. Para el diagnóstico es igualmente necesaria una exploración del reumatólogo.

Aunque, en la mayor parte de los pacientes la artritis gotosa es fácil de tratar, los datos apuntan que el manejo es deficiente en más del 50% de casos. Según la Sociedad Española de Reumatología, se estima que en torno al 30% de los afectados no se trata y, de los que lo hacen, no llega al 40% los que consiguen alcanzar el objetivo terapéutico.

Aparte, el haber tenido una crisis no asegura que no se puedan desarrollar más episodios en el futuro, apunta el reumatólogo del Hospital Ruber Internacional y del Centro Médico Ruber Internacional Habana.

Y es que según alerta este especialista del Hospital Ruber Internacional, las consecuencias de una artritis gotosa crónica pueden ser desde una pérdida de movilidad de las articulaciones afectas, hasta la presencia continua de dolor, o bien la deformación de determinadas articulaciones.

¿Podemos prevenirla?

Respecto a la prevención de esta enfermedad, el reumatólogo del Hospital Ruber Internacional sostiene que la hiperuricemia se puede evitar mediante una modificación de de los hábitos de vida, así como gracias a los nuevos tratamientos farmacológicos, que reducen los niveles de ácido úrico.

“En pacientes que ya han desarrollado una artritis, el control estricto de la uricemia en sangre permite eliminar progresivamente los depósitos articulares y periarticulares, disminuyendo o previniendo el riesgo de futuros brotes”, agrega.