Este verano, en España, se han registrado numerosos incendios que han arrasado 341.203,96 hectáreas hasta el pasado 7 de septiembre, según datos provisionales del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Teniendo en cuenta que una hectárea equivale a 10.000 metros cuadrados, o a poco más que un campo de fútbol, salen demasiados campos de fútbol… y esa superficie no sólo incluye montes, campos de cultivo, granjas, sino también casas y hasta pueblos enteros. Por ello, han vuelto a cobrar importancia las medidas de prevención y las políticas forestales que sirven para estar mejor preparados ante los incendios o para que en caso de que los haya tengan las menores consecuencias posibles.

Las 341.203,96 hectáreas (ha) arrasadas entre el 1 de enero y el 7 de septiembre superan con creces la cifra registrada en el conjunto del año 2024, que fue de 47.711,13 ha, en concreto, es más de siete veces superior, supone el peor dato de la década y bate al que lo era hasta ahora, el de 2022, con 255.135,99 ha quemadas. Hasta el 7 de septiembre, se han registrado 6.536 siniestros, de los que 4.518 se consideran conatos al haber afectado a menos de una hectárea y 2.018 se califican como incendios por haber dañado una superficie igual o por encima de una hectárea, y dentro de estos últimos ha habido 61 grandes incendios forestales (los que afectan a más de 500 ha), frente a los 18 que eran la media de los últimos diez años y los 16 del mismo periodo del año anterior.

Las 341.203,96 hectáreas (ha) arrasadas entre el 1 de enero y el 7 de septiembre superan con creces la cifra registrada en el conjunto del año 2024, que fue de 47.711,13 ha, en concreto, es más de siete veces superior,

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Sin duda, la peor consecuencia de los incendios es que se han cobrado la vida de ocho personas. Al hilo de esto, cabe incidir en que más del 90% de los incendios tienen causas humanas y dentro de estos, un 50% son intencionados, según el informe anual de la organización no gubernamental Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés). Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado han detenido a 56 personas acusadas de generar, sin voluntad o de forma intencionada, fuegos y se ha investigado a 142 personas por su posible implicación desde el 1 de junio, según los últimos datos del Ministerio del Interior; y WWF advierte de la impunidad de los incendiarios y reclama más firmeza judicial.

Ante todas estas cifras viene bien recordar que “todos y cada uno de los españoles tenemos la obligación de preocuparnos por el tema de los incendios forestales”, como dijo Félix Rodríguez de la Fuente, tras otro verano horroroso de incendios, hace varias décadas. Este naturalista y divulgador ambientalista señaló en su día que “el bosque produce el oxígeno que respiramos” y que “es el más importante responsable del clima”, pues “donde hay bosques llueve más, los calores no son tan rigurosos, el bosque sujeta con sus raíces las tierras fértiles que de otra manera, como pasa en tantos lugares de España, las aguas de la lluvia se llevan al mar”. Rodríguez de la Fuente también aludió a que “el bosque nos da cobijo placentero en los días de descanso, el bosque nos proporciona madera, el bosque incluso nos cubre con el más tibio y quizá el más dramático de los cofres el día en el que ya dejamos de vivir”. Por todo ello, subrayó que “el hombre está ligado al bosque desde el oxígeno que respira hasta la caja en la que va a descansar debajo de la tierra” y ya entonces advirtió de que “el hombre está destruyendo los bosques de una manera absolutamente demencial”. 

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Es cierto que más del 90% de los incendios tienen causas humanas, mientras que menos del 10% se debe a causas naturales. En este contexto también influyen otros aspectos, como: el abandono del campo, la menor cantidad de agricultura y ganadería, la despoblación de numerosos pueblos, menos tareas de limpieza de montes y cortafuegos o aspectos meteorológicos (tormentas secas, viento o calor extremo, sequía, entre otros). Al registrarse la tercera primavera más lluviosa del siglo XXI, la vegetación ha crecido mucho más que otros años, elevando aún más la acumulación de biomasa que existe en nuestros montes y que en caso de incendio ayuda a la velocidad de propagación; y después ha llegado el verano más cálido desde 1961.

No es ningún secreto que ya no se desbrozan los montes como se hacía antaño y, en algunos lugares, hasta se multa la recogida de piñas que están en los suelos de los pinares. Tampoco se limpian los cortafuegos como se debería, ni se suelen cortar los árboles secos ni hacer clareos. Hay mucho menos ganado que hace décadas, y este también colaboraba en el desbroce de pastos y montes. No hay que olvidar que se trabaja poco en prevención y que se suele decir que los incendios del verano se apagan en invierno. En España, el 56% de la superficie es forestal y cabe subrayar que los bosques son una gran fábrica de oxígeno y también enormes sumideros naturales de dióxido de carbono (CO2), absorbiendo una buena parte del que se emite a la atmósfera y contribuyendo, por tanto, a la reducción de emisiones.

En España, el 56% de la superficie es forestal y cabe subrayar que los bosques son una gran fábrica de oxígeno y también enormes sumideros naturales de dióxido de carbono (CO2)

En tres pueblos de la provincia de Cuenca (Villora, San Martín de Boniches y Villar del Humo, concretamente), se están organizando en asociaciones forestales para cuidar sus montes y prevenir incendios

 

En todo este contexto de descuido del monte, afortunadamente hay algunas excepciones, como se puede ver en la provincia de Soria y en algunos pueblos de Burgos. En concreto, en las comarcas de Pinares Soria-Burgos y Pinares Llanos de Almazán, donde se encuentra el pinar más extenso de Europa y donde apenas ha habido grandes incendios en los últimos 20 años. ¿El motivo? Aún se mantiene la relación entre sus habitantes y el campo, tal y como destacan desde el Colegio de Ingenieros de Montes, gracias a la denominada Suerte de Pinos, es decir, el reparto de los montes, que favorece no sólo su limpieza sino también su aprovechamiento para obtener beneficios económicos para la comunidad y al mismo tiempo, contribuye en la prevención de incendios. Esta práctica de gestión comunal se remonta al siglo XVI y se produce en dos momentos del año: cada 1 de mayo se sortea entre los vecinos de varios pueblos el aprovechamiento de los pinos secos y desarraigados, y cada 1 de octubre se hace lo mismo con el de los pinos verdes. El terreno que se adjudica en estos sorteos, se limpia, realizando clareos y extracciones controladas para reducir la densidad de los árboles; y se aprovecha no sólo la madera en aserraderos locales sino también otros restos vegetales en centrales de biomasa o redes de calor, y las setas.

Otra excepción se encuentra en tres pueblos de la provincia de Cuenca (Villora, San Martín de Boniches y Villar del Humo, concretamente), donde se están organizando en asociaciones forestales para cuidar sus montes y prevenir incendios. Han empezado el proceso para constituir una unión de propietarios de una superficie de monte que se corresponde con parcelas privadas menores de 100 hectáreas que no están bajo ningún instrumento de Gestión Forestal Sostenible (IGFS). Esta nueva forma de organizarse permitirá coordinar labores preventivas y mejorar la respuesta ante incendios, acceder a ayudas y apoyos técnicos más fácilmente, incrementar la rentabilidad del monte y su aprovechamiento, y reforzar el arraigo de la población mediante empleo vinculado al territorio. “Un monte gestionado en común produce más vida y riqueza, pero también es la mejor garantía contra los grandes incendios que amenazan cada verano nuestros pueblos”, ha destacado Héctor Abarca, cofundador de Dendron (una empresa de innovación forestal).

La Suerte de Pinos es una práctica de gestión comunal se remonta al siglo XVI y se produce en dos momentos del año: cada 1 de mayo se sortea entre los vecinos de varios pueblos el aprovechamiento de los pinos secos y desarraigados, y cada 1 de octubre se hace lo mismo con el de los pinos verdes

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Más adelante, podrían unirse otros pueblos, como Henarejos y Paracuellos, que han participado en las formaciones impartidas. Asimismo, la iniciativa forma parte del proyecto Reconecta, que trabaja para recuperar y reactivar la gestión de montes abandonados o infrautilizados en nuestro país a través de la identificación de sus propietarios, la creación de juntas gestoras y el apoyo a proyectos forestales sostenibles, generando oportunidades económicas en el medio rural y un modelo sostenible de explotación forestal.

El proyecto Reconecta cuenta en Cuenca con el apoyo de Urban Forest Innovation Lab (UFIL) y Dendron, y la colaboración de la Reserva de la Biosfera Valle del Cabriel. Además, la organización en asociaciones de propietarios también ha comenzado a tomar forma en otros lugares, como en las provincias de Teruel (en concreto, en los pueblos de Fuentes de Rubielos y Arens de Lledó) y de Soria.

Estas excepciones deberían extenderse al resto del país, pues suponen buenos ejemplos de cómo una buena gestión forestal debe sustentarse en tres pilares y no sólo en uno: social, económico y ecológico. Y para ello también se necesita inversión y apoyo. Desde el Colegio de Ingenieros de Montes consideran que “sin gestión forestal ni inversión no hay prevención real” y uno de ellos, Ignacio Pérez-Soba, ha subrayado que “con un sector forestal fuerte habría incendios débiles, y viceversa” y ha recordado que “la Ley de Montes obliga a reinvertir el 15% del aprovechamiento del monte, pero aquí no se hace ningún esfuerzo por repoblar, por gestionar pastos, por los recursos hidrológicos. Todo se ha abandonado, y sólo nos acordamos cuando arde”.

Desde el Colegio de Ingenieros de Montes consideran que “sin gestión forestal ni inversión no hay prevención real” y uno de ellos, Ignacio Pérez-Soba, ha subrayado que “con un sector forestal fuerte habría incendios débiles, y viceversa”

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Los residuos forestales obtenidos gracias a la prevención de incendios podrían impulsar la obtención de 440.000 toneladas de combustibles renovables para el consumo de ocho millones de vehículos con motor de combustión, según un informe de la asociación multisectorial Combustibles Renovables y Economía Circular en España para una Movilidad Sostenible (Crecemos). Asimismo, se apunta que si se aprovechara un millón de toneladas de biomasa al año, se podría evitar la emisión de 580.000 toneladas de CO2.

Desde Crecemos se critica la falta de una gestión activa de los montes que permitiría la reducción de residuos vegetales -ramas, leña, matorrales...- que, con la sequía y el aumento de temperaturas, se convierten en combustible para los incendios. Unos residuos que podrían ser aprovecharlos como materia prima para producir combustibles renovables, al tiempo que se dinamizaría la economía rural, se crearían empleos y se reforzaría la independencia energética. “Tenemos la oportunidad de transformar un riesgo ambiental en una solución sostenible. Con una gestión adecuada de los residuos forestales, podemos reducir los incendios y sus emisiones y, al mismo tiempo, integrar la gestión de los residuos forestales en un modelo de economía circular que permita aprovechar esa biomasa para generar energía renovable que contribuya a descarbonizar el transporte y revitalizar las zonas rurales de nuestro país”, ha subrayado Mónica de la Cruz, directora general de Crecemos.