Europa y todo Occidente deben volver a luchar por los ideales cristianos. Sí, hablo de lucha armada, hablo de guerra
“No importa quien esté en el poder, estamos preparados para ser amigos de Afganistán”. Lo comentaba Hu Xijin, el editor de Global Times, diario del Gobierno Comunista Chino, tras el triunfo talibán.
En esto ha acabado, no podía ser de otra forma, el modelo “un país, dos sistemas”, la mezcla de dos ideologías igualmente venenosas: la política marxista, que destroza la libertad, y el capitalismo económico, que destroza la justicia.
En cualquier caso, la caída de Afganistán en manos de los talibanes demuestra que Occidente está en crisis y, ojo, Occidente no tiene sustituto.
China se alía con los talibanes: panteísmo e islamismo, un cóctel explosivo. Y ojo: Occidente no tiene sustituto
Ahora resulta que el triunfo talibán no provoca a Pekín y que, atención, ha despertado la ‘profunda’ amistad chino-turca. Es una rebelión contra la raza blanca pero eso es casi lo de menos: la derrota de Occidente en Afganistán supone una rebelión contra el cristianismo por parte de su peor enemigo, el panteísmo oriental, unido a esa caricatura del cristianismo que es el islam.
China se alía con los talibanes y con el fundamentalismo turco, fundamentalismo con corbata, representante de un país que sin duda ha sido el peor enemigo de Europa y que, debido a la decadencia del Viejo Continente, estuvo a punto de entrar en la Unión Europea como miembro, con todos los honores. En cualquier caso, China-Afganistán-Turquía: panteísmo e islamismo, un cóctel explosivo y cristófobo.
En cualquier caso, lo de no injerirse es la diplomacia que Occidente está dispuesto a aceptar como hecho consumado. También José Borrell, un político convertido en una broma, cuando asegura que, como “los talibanes han ganado la guerra… hay que pactar con ellos”.
Es la nueva diplomacia: no preguntes, no te injieras: sólo compra y vende
Es la nueva diplomacia: no preguntes, no te injieras: sólo compra y vende. China es un ejemplo de todo ello con la colonización económica que, a lo mejor, resulta más peligrosa que la política.
Y la respuesta de Occidente es callar y dialogar. Vuelven a resonar las palabras de Churchill: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra: elegisteis el deshonor: tendréis la guerra”. ¿O creen que China se va a conformar con ser ‘amigo de Afganistán’? Al final, Kabul se convertirá en otro califato islámico, exportador de terrorismo contra Occidente y en otro centro mundial de alucinógenos.
Mientras, la imagen que Estados Unidos -que son los buenos, a pesar del idiota de Biden- nunca podrá olvidar: afganos que huyen de los talibanes cayendo desde las alas de sus aviones y precipitándose al vacío en Kabul. Esos desesperados sí saben a quién les ha vendido Occidente.
La imagen que Estados Unidos -que son los buenos, a pesar del idiota de Biden- nunca podrá olvidar: los afganos cayendo desde las alas de sus aviones y precipitándose al vacío en Kabul
La lección es que Occidente debe volver a la injerencia humanitaria, de la que hablaba San Juan Pablo II. Y la más importante, Europa y todo Occidente deben volver a luchar por los ideales cristianos. Sí, hablo de lucha armada, hablo de guerra. Occidente debe volver a la guerra. Debe volver a defender sus principios. Y cuando todas las medidas pacíficas han fracasado, entonces surge la guerra justa… y necesaria. Porque ceder en los principios no evita la guerra: sólo anuncia la derrota.
O se muestra dispuesto a defender sus valores cristianos con la vida y con las armas, o la civilización cristiana desaparecerá. No la Iglesia, que nunca será vencida, porque es el Cuerpo Místico de Cristo, sino la civilización cristiana. Y esa desaparición puede resultar de lo más desagradable.