Un niña musulmana de unos nueve años le dice a su amigo suyo español de nueve años: “¿Sabes que tu presidente va a entregar Ceuta y Melilla a Marruecos?”.

Ocurrió meses atrás en una pequeña población del norte de España donde vive una comunidad musulmana desde hace lustros, comunidad que, por supuesto, ha creado su propio gueto para poder llamar racistas a sus vecinos españoles, a la vez que cobran las subvenciones que esos mismos vecinos xenófobos les pagan con sus impuestos.

Musulmanes y musulmanas, ellos y ellas, no se relacionan con los españoles, salvo los niños que, por naturaleza, se muestran abiertos a todos. Sin embargo, los moros se encargan de adoctrinar a sus cachorros desde la más tierna infancia y dan como resultado que una niña de unos nueve años de edad se convierta en interesada experta en política internacional y le pase por los morros a su compañero de juegos español que se fue corriendo y le pregunta a su madre dónde estaban Ceuta y Melilla.

¿Qué oirá en casa esta niña que, por otra parte, tiene toda la razón en su pregunta-proposición? Porque, en efecto, todo apunta a que Pedro Sánchez acabará por ceder las dos plazas africanas a Rabat, ¿a él qué más le da?

Me he acordado de ello al contemplar a Pedro Sánchez rindiendo pleitesía a Mohamed VI en Marruecos, que ha elegido como lugar de veraneo este bello país norteafricano, mientras prohíbe a los socialistas ceutíes que lleguen a un acuerdo con los populares de Ceuta para orillar a las fuerzas políticas partidarias de la anexión de la plaza por Marruecos.

Pero no cabe duda de que los niños marroquíes poseen una amplia formación política. Un pelín sectaria pero sin duda amplia, extraordinariamente amplia, vaya que sí. Se las saben todas sobre Sánchez, un personaje, no lo olvidemos a quien han votado 7,8 millones de españoles.