El gran triunfo del progresismo de izquierdas y de derechas consiste en haber logrado equiparar cristianismo con ultraderecha. Ejemplo: si eres provida, eres un extremista. Otro ejemplo: Vox es un partido ultra: no, es cristiano
“Hace tiempo que perdimos nuestros corazones... las cosas sencillas extrañas son”, aseguraba Chesterton. Por eso, me preocupa que el progresismo, la impostura del siglo XX y aún del XXI, tanto el progresismo de derechas como el de izquierdas, hayan obtenido su mayor y más rotunda victoria con la equiparación entre cristianismo y extrema derecha. Ejemplo: si eres provida, eres un extremista. No admites ni un pequeño abortito, que tío más radical.
Otro ejemplo: Vox no es un partido ultra pero tanto el PSOE como el PP insisten en ello y han conseguido que así se crea. Uno coge el programa de Vox y ve principios copiados del cristianismo pero nada que pueda ser calificado de ultra. Ejemplo: niegan la violencia machista, repiten sociatas y peperos. Es mentira. Vox no niega la violencia cuando un hombre asesina a su pareja: los de Vox, como todo quisqui, tienen ojos y saben leer la prensa. Lo que dice, y es verdad, y también es defendido por muchas mujeres con sentido común, es que sí hay violencia, pero no es violencia machista. Sí, es más acertado el nombre de violencia doméstica -y más sangrante- porque esa violencia se refiere casi siempre a los momentos en que, en el hogar, el amor se ha vuelto odio y entonces cada sexo emplea contra el antiguo amante sus mejores armas: en el caso del varón, la fuerza bruta.
Vox no acepta el término violencia machista porque indica que sólo el hombre es violento, la mujer nunca. Y eso es una estupidez
Y Vox tampoco acepta el término violencia machista porque indica que sólo el hombre es violento, la mujer no. Y como cualquier hombre o mujer con sentido común sabe que la mujer no es tonta... pues puesta a hacer daño puede activar lo que hoy llamamos violencia psicológica con igual o mejor arte que el varón.
Y Vox tampoco acepta el curioso principio de la llamada violencia de género, es decir, que el hombre golpea a la mujer por el hecho de ser mujer. Pues no, le golpea por el hecho de ser ‘su’ mujer. Lo cual dicho sea de paso, es más grave.
Podríamos seguir así durante décadas para concluir lo mismo: por supuesto que existe violencia entre sexos, pero si hablamos de violencia machista también habría que hablar de violencia feminista.
Pero todo esto me lleva a la cuestión de fondo: el gran triunfo del progresismo, de izquierdas y de derechas, en el siglo XXI consiste en haber logrado equiparar cristianismo con ultraderecha.
Contra el ególatra de Sánchez hay que luchar, al moderadito de Feijóo basta con vomitarle. Bueno, o con tener ganas de hacerlo
El problema es que PSOE y PP, Sánchez y Feijóo, se parecen demasiado: su presunta oposición no es más que la que distingue entre cristianofobia frente a paganismo y tibieza. Y encima el espíritu de la “derecha moderada” española, el estilo del PP, no hace otra cosa que ejemplificar la sentencia de Jaime Balmes: el partido conservador es el que conserva la revolución.
En plata. Feijóo no modificará ninguna de las aberrantes leyes de Sánchez referentes a los cuatro valores no negociables de Benedicto XVI: vida, familia, libertad de enseñanza y bien común. Lo que significa, siento repetirlo, que un católico no puede votar al PP, al menos, si quiere votar en coherencia.
A ver si va a resultar que Sánchez y Feijóo son lo mismo y todo lo que se salga de ese binomio, como Vox, es ultra... El problema es que PSOE y PP se parecen demasiado: cristianofobia frente a tibieza. Más sincera la cristofobia socialista que la tibieza pepera porque recuerden: ojalá fueras frío o caliente pero, como eres tibio, estoy para vomitarte de mi boca. Contra el ególatra de Sánchez hay que luchar, al moderadito de Feijóo basta con vomitarle. Bueno, o con tener ganas de hacerlo.