Antes morir que dimitir
Me lo decía un empresario tras participar en una reunión con Gobierno: "no soporto la superioridad moral de la izquierda". En este caso, se refería, claro, a la costumbre del Gobierno socio-podemita de solucionarlo todo con subvenciones públicas, de las que tanto presume el generoso Pedro Sánchez cuando las paga... con el dinero de los demás. Una práctica de captación de voto cautivo que está llevando a la ruina a la economía española: a la clase media, la que más riqueza crea, se le brea a impuestos y se le coloca ante una carrera de obstáculos, mientras se engrosa la lista de funcionarios y sobre todo, de "vulnerables", algunos reales, pero otros perezosos, que han hecho de la vagancia su propio medio de vida.
Ahora mismo, en España tenemos un Gobierno agonizante... pero aferrado al poder, como nunca lo estuviera ningún gobierno, ni socialista ni popular.
Hasta en los medios progres, se extiende la convicción de que Sánchez es un Chamberlain empeñado en aparecer como un Churchill. No obstante, siguen alineados en defensa de Moncloa
El constante activismo mediático de Pedro Sánchez, ya no puede disimular la miseria que ha sembrado en España ni su cobardía, marca de fábrica del Sanchismo. Una cobardía -vean su cesión ante Marruecos en la cuestión del Sáhara- que le lleva, no sólo a incumplir su deber sino a impedir que otros, más generosos y audaces, lo hagan. Ejemplo: la tenue acogida española a los refugiados de Ucrania, comparado con otros países víctimas de las diatribas e insultos sanchistas, como Polonia.
Y así, hasta en los medios progres, se extiende la convicción de que Sánchez es un Chamberlain empeñado en aparecer como un Churchill ante la opinión pública. No obstante, no exageremos, esos medios progresistas, siguen alineados en la numantina defensa de los intereses de Moncloa y de la imágenes y consignas que se reparten desde Palacio.
El presidente del Gobierno está convencido de que la excentricidad podemita le viene bien: le convierte en un estadista moderado
Al mismo tiempo, aunque de buena gana acometería una crisis de Gobierno, el presidente está convencido de que el carácter atrabiliario y vulgar de las podemitas Yolanda, Ione, Irene y compañía, le viene bien: le convierte en un estadista moderado y europeo.
En el único lugar donde no cuela esa imagen, porque se ríen de él, es en Europa, donde utilizan a Pedro Sánchez como el ariete para todas las excentricidades de la decadente Europa... pero nada más.
En España, por contra, doña Isabel Rodríguez nos vende que el presidente lidera todos los procesos europeos, incluido la respuesta de Bruselas a la invasión rusa de Ucrania, la política energética, la crisis económica y, en general, el mundo mundial.
España sufre un gobierno agonizante por su propio desastre e incapacidad pero, eso sí, aferrado al poder como lo no lo llegaron a estar ni Suárez, ni Calvo Sotelo, ni González, ni Aznar, ni Zapatero, ni Rajoy. Si a Sánchez le quitas el poder, a lo mejor se difumina. Y hará cualquier cosa con tal de no ceder un ápice de poderío.