Empresarios en campaña electoral hay pocos. Tan sólo los insultados por el Sanchismo, en su versión socialista (el propio Sánchez) o en su versión sociopodemita: Pablo Iglesias, Ione Belarra, Pablo Echenique...

Por enumerar: Ana Botín, presidenta del Santander, Ignacio Galán, presidente de Iberdrola y Juan Roig, presidente de Mercadona, son los únicos que 'participan' en la campaña electoral del 23-J.

Ni la economía ni la moral: será la convivencia entre españoles, la multiculturalidad y el miedo a un estallido de violencia a la francesa lo que decante el vencedor

Además, los dos primeros, Botín y Galán, sobre todo la primera, tiene también su dosis de influencia en el Nuevo Orden Mundial (NOM) de Davos a Hispanoamérica, pero es es otra historia.

Pero ojo, no participan directamente, lo hacen a través de Antonio Garamendi, que para eso le han colocado en la Presidencia de la CEOE. Además, ahora que ha aprendido a hablar en público hay que aprovecharle.

Ojo, el hombre de Zara, Amancio Ortega, ni eso. Ese no sale de su club del Huevo Frito, ahora ya ni eso, en su Coruña natal. Mantiene una buena relación con Feijóo pero tampoco fue intensa mientras el líder del PP era presidente de la Xunta.

Naturalmente, casi ninguna de las grandes empresas españolas están dispuestas a asumir principios morales, como el derecho a la vida o la defensa de la pequeña propiedad privada

Entendámonos, el ególatra de Pedro Sánchez cae mal a toda la clase empresarial, pero sólo los empresarios directamente insultados por el Sanchismo viven la campaña electoral del 23-J e intentan influir en ella.

Ademas, en CEOE están convencidos de que la ideología, no la economía, es la que gana elecciones en España. Bueno, ni la economía ni la moral: será la convivencia entre españoles, la multiculturalidad -no nos engañemos, la inmigración irregular que odia a España, su país de acogida-, los impuestos abusivos, en parte destinados a alimentar a los vagos, así como el miedo a un estallido de violencia a la francesa o a la creciente inseguridad en las calles y la creciente impunidad de los delincuentes, todo eso, es lo que decantará el vencedor.

Y no se engañen: casi ninguna de las grandes empresas españolas está dispuestas a asumir principios morales, como el derecho a la vida o la defensa de la pequeña propiedad privada.

Los sectores más regulados aspiran a llevarse bien con el ganador pero, en campaña, son neutrales. En general, la clase empresarial simplemente se aleja de la política y se adecúa el BOE: ¿para qué reñir?

Por su parte, los sectores más regulados -energía y telecos, principalmente-  aspiran a llevarse bien con el ganador pero, en campaña, son neutrales.

En general, la clase empresarial española simplemente se aleja de la política y se adecúa al BOE: ¿para qué reñir? No hay mucho romanticismo en la actitud de la gran patronal en política. Más bien hay una mezcla de animadversión hacia la insaciable propaganda sanchista, miedo al estertor de un ególatra como Pedro Sánchez y poca confianza en la categoría intelectual del relevo, un tal Núñez Feijóo.