Quien manda en China no es el Gobierno sino el Comité Central del Partido Comunista, que el marxismo siempre ha sido muy hipócrita. 

Xi Jinping lleva en el poder desde 2013 y ahora le han concedido un privilegio que sólo se otorgó en su día a Mao Zedong y a su sucesor y destructor, Deng Xiaoping. Ya saben, aquel que emocionó a Felipe González cuando le soltó lo de "gato blanco o gato negro qué más da si caza ratones". Para entendernos, que no importa capitalismo o socialismo: el que sirva para enriquecerse es el mejor. Por eso volvió China al capitalismo más salvaje preservando la tiranía comunista, con la fórmula "un país dos sistemas". Razón: con el capitalismo es más fácil hacerse rico que con el comunismo.

Es decir, al mayor y más salvaje tirano del siglo XX los comunistas chinos decidieron perpetuarle... y ahora lo repiten con el mayor tirano del siglo XXI, que es su sucesor Xi Jinping.

Resulta curiosa la buena prensa con la que China, la mayor tiranía del planeta, y una de las más peligrosas, cuenta entre la progresía occidental con muchas simpatías. No se me ocurre otra razón que la de que el progresismo resulta sustancialmente idiota.

En cualquier caso, Donald Trump marcó el camino. No entró en ningún conflicto armado: simplemente estableció una guerra comercial para parar a los chinos, especialistas en comprar una empresa y cuando ya saben imitarla, destruirla.