Desde hace unos meses, iba yo tan ricamente escuchando mi música mientras conducía, sin abrir las ventanillas del coche, por supuesto. Los calores de los últimos días me han sentado fatal, porque ya no puedo ir con las ventanillas del coche cerradas escuchando música. Y me dirá alguno, pues ponga usted el aire acondicionado del coche… Eso de ningún modo, porque el catarro seguro que engancho con peligro de que desemboque en pulmonía, me lo impide.

Y a lo mejor, algún mal pensado podría decir que la culpa de todo la tiene la música que escucho. Pues sí señor, una vez más se cumple el veredicto del “piensa mal y acertarás”. Les cuento mi problema.

Todo empezó cuando cambié de coche, que el de ahora viene con una pantallica que, de tanto mirarla, cualquier día me tienen que rezar un responso, que bien que lo necesitaré. Desgraciadamente y a fuer de sinceros, yo no soy como los de ahora. Llevo años asistiendo a funerales en los que el muerto, según dice siempre el cura en el sermón, ya está en el cielo y desde allí nos mira y nos sonríe. Así es que en más de una ocasión me han dado ganas de interrumpir la predicación, para decirle al reverendo que como el funeral ya no le hace falta al finado, mejor que interrumpa el funeral y que nos vayamos a tomar unas cañas para celebrarlo. Así es que, parafraseando a una cantante de mi época, les diré que “yo no soy de esos, de los que tú predicas”, yo soy más bien de purgatorio; y por lo tanto, ya les tengo dicho a los míos que, cuando llegue el momento, responso y todo lo que sea menester, en abundancia.

Pero a lo que estamos Remigia…, que íbamos por lo de la pantalllica. En el nuevo coche me han instalado una aplicación, cuya existencia yo desconocía hasta entonces y cuyo nombre se lo ahorro, porque todos saben de qué estoy hablando. Dicha aplicación permite poner la música que uno quiera de todos los tiempos, hasta la de los años sesenta del siglo pasado.

Como en mis tiempos, yo era amigo de Félix, el batería de Los Pekenikes, me pasé unos cuantos días escuchando su mejor disco, que se titula Arena caliente. Y con eso no paso nada, pues como su música es instrumental sin letra, no hubo ningún problema. El sofocón me sobrevino el día que se me ocurrió poner a Los Brincos, que esos sí que cantaban y se les entendía todo.

Y sucedió que iba ya tan feliz escuchando a Los Brincos cantando la canción Amiga mía y tuve que parar en semáforo. Yo a lo mío con Los Brincos, cuando de pronto desde el coche de al lado, que también tenía las ventanillas bajadas, salieron tales improperios, que desde ese momento decidí seguir escuchando mi música, pero con las ventanillas cerradas.

Todo porque en la letra de esa canción, el chico le dice que a la chica que se vaya a casa, no vaya a ser que llegue más tarde de las diez y el cabreo de su padre pueda poner en riesgo su relación amorosa. Yo creo que eso fue lo que no les gustó. Les copia la letra de la canción por si ustedes ven otro problema.

Es muy tarde para ti, amiga mía
Yo quisiera estar así toda la vida
Pero tienes que volver
Porque ya empieza a anochecer
A tu casa, con tus padres, otra vez

Sabes que te quiero
Y que soy sincero

Pero temo no poder volver a verte
Hazme caso, que si no, voy a perderte
Luego tienes que volver
Porque ya empieza a anochecer
Te veré mañana antes
Te veré mañana antes de las tres

Sabes que te quiero
Pero tengo miedo

De que llegues tarde a casa por mi culpa
Eso no me lo perdonaría nunca
Luego tienes que volver
Porque ya empieza a anochecer
A tu casa, con tus padres
A tu casa, con tus padres, otra vez

Para qué voy a decir lo que no pienso, la verdad es que hace cincuenta años los ligues o los novios, como ustedes quieran, eran otra cosa y a mí me gustaba más aquello que esto, aunque solo sea porque lo de entonces en el noviazgo tenía después más estabilidad en el matrimonio que lo de ahora, que ya ni se llama ligue ni noviazgo. Hasta el nombre ha empeorado porque a lo de ahora le llaman “enrollarse”.

 

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá