El levítico, (19,16) prohibía a los judíos la delación. Al parecer, es uno de los pocos códigos penales en la historia del hombre que prohíbe al soplón sobre todo en procesos que podían conllevar la muerte del reo: "No depongas contra la sangre de tu prójimo".

Cosa muy distinta ocurre hoy. Al Sanchismo le encantan los acusicas. Socialistas y podemitas han convertido en obligatorio la denuncia de todo lo que ellos entienden como delito, sea en materia fiscal o el campo de la llamada violencia de género. Y si la ley es injusta -no olviden que hay leyes injustas- se convierte a cada español en cómplice de la injusticia amén de en colaborador policial, judicial, un elemento más del mecanismo punitivo. Como afortunadamente no hay pena de muerte -sólo queda la más injusta de todas, la pena de muerte por aborto al inocente e indefenso-, la normativa de Sánchez no nos hace cómplices de la sangre del prójimo, pero sí de su libertad, de su honor y de su hacienda. 

Obligar a una persona a hacer el papel de soplón no es muy agradable. Y es injusto: el fin no justifica los medios.