Es condición humana llevar la cruz a cuestas,
según corresponde a cada uno, por sus defectos,
sus fallos, sus pecados, sus virtudes y sus penas.
 
La puedes abrazar, con alegría, y la dignidad
de lo que representas, y el madero se aligera;
o como el mal ladrón, que de ella reniega,
 
que de ella protesta, y de su dignidad deserta,
exigiendo que los demás carguen con ella;
inocente te crees, y por encima te encuentras.
 
Ahora, sobre tu cabeza y espaldas heridas,
tu cruz, irá haciéndose más pesada, más molesta:
por los que siéndote fieles, despreció tú altanería,
 
los que la mano te tendieron, y repudió tu vanidad,
los que te usaron, y ahora que ya no vales, te tiran.
Es la cruz que a cuestas llevas, hasta tu próxima caída.