Insisto: los delitos de odio no existen, Lo que ocurre es que se confunde pecado con delito. Un juez no puede juzgar las mentes ni los corazones, sólo Dios sabe lo que hay dentro del alma humana. Sólo Dios sabe si alguien odia.

Los delitos de odio sólo sirven para silenciar al disidente y para vengarse del adversario. Bueno, y también para vengarse del vecino que no te es grato

Los tribunales juzgan hechos, no voluntades. Por eso imponer penas de hasta cuatro años de cárcel por odiar, es dejar en manos de un hombre la posibilidad de castigar una mera intención, es una barbaridad que a los gobiernos progresista les encanta. Lo dicho, con la excusa del crecimiento de la homofobia, transfobia o cualquier otra fobia que no sea la cristofobia, Moncloa busca penar con más fuerza los delitos de odio. ¿El encargado de dar forma al asunto? Acertaron: don Fernando Grande-Marlaska, uno de nuestros peores ciudadanos. No importa el conjunto de meteduras de pata de este ciudadano. Nadie lo hará tan bien como él.

No lo duden: en breve, todo aquel que discrepe de lo políticamente correcto será un odiador de tomo y lomo. Están advertidos.