
“Desde el cadalso se han salvado más almas que desde el trono”. Esto es lo que les dijo Juan María Torres Pérez, párroco de Santiago de la Espada (Jaén) al simulacro de tribunal que le condenó en 1936, cuando escuchó su sentencia de muerte. Sin duda, el ejemplo de vida y las enseñanzas que imparten nuestros mártires ofrecen material más que suficiente para estar escribiendo de ellos durante mucho tiempo. Y sin embargo, la emisora y la televisión de los obispos españoles están a otra cosa, porque la COPE y Trece TV de católicas solo tienen la propiedad, ya que su orientación informativa prefiere el trono al cadalso.
La prueba de que toda esta información de los mártires españoles de la Segunda República y la Guerra Civil, que murieron a manos de los socialistas, los comunistas y los anarquistas, alentados por los masones, además de ejemplar, es muy abundante es que ya llevo bastantes domingos escribiendo solo de un grupo de ellos, los 124 mártires de Jaén, cuya beatificación ha sido aprobada recientemente por el papa León XIV. Ya he escrito lo que sucedió en distintos pueblos de esta provincia, como Martos, Torredonjimeno, Marmolejo, Mengíbar y Los Villares. Este domingo, traslado mi relato a otras dos localidades jienenses: Santiago de la Espada y Cabra del Santo Cristo.
No, no es cierto que todos estos mártires fueran víctimas de grupos descontrolados que actuaban a espaldas del Frente Popular, como tampoco es verdad que asesinaran curas y monjas por ser unos ricachones aliados de la plutocracia y que durante siglos habían explotado al proletariado. La verdad es otra y muy distinta: el Frente Popular se propuso arrancar de raíz la religión de España y por eso desató el martirio de las personas y también el de las cosas sagradas, como ha puesto de manifiesto Jorge López Teulón en su magnífico libro ilustrado con cientos de fotografía, titulado Inspirados por Satanás. El martirio de las cosas, el martirio de los santos y profanaciones eucarísticas en los días de la persecución religiosa en España (1930-1939).
La Iglesia era para los marxistas el opio del pueblo que había que exterminar, y recordemos que no solo los comunistas, sino que también el PSOE era un alumno aventajado de Marx (1818-1883), no en vano a Francisco Largo Caballero (1869-1946), líder de los socialistas, los suyos le llamaban el “Lenin español”. Y ese exterminio religioso apuntaba desde el obispo a lo más bajo del escalafón, no exceptúaba a nadie.
La verdad es otra y muy distinta: el Frente Popular se propuso arrancar de raíz la religión de España
Resulta ilustrativo que, horas después de que estallara la Guerra Civil, el primer crimen de carácter religioso se perpetrara en el madrileño barrio de Vallecas, en la parroquia de San Ramón, donde asesinaron al hijo del sacristán. Por otra parte, en semanas pasadas me referí a otro de los mártires de esta lista de 124 que van a ser beatificados próximamente, que se llamaba Bernabé Tierno, conocido por el alias de “El de los Majitos”, un hombre que padecía un grave retraso mental, al que asesinaron solo por el hecho de ser el recadero de un convento de monjas de Marmolejo (Jaén).
Uno de los 124 mártires de esta lista de Jaén, a la que me vengo refiriendo, es Lucio José Martínez Blázquez, un labrador de 52 años en 1936, que estaba casado con María Concepción Trigueros Nieto, con la que tuvo seis hijos: Esperanza, Eugenia, José, Jesús, Carmen y Ángel.
Lucio José fue el sacristán y el organista de su pueblo, Santiago de la Espada, siguiendo la tradición de su abuelo y de su padre, que como él, después de labrar la tierra, ayudaban en su parroquia sirviendo en esos oficios.
Cuando detuvieron a su párroco, Juan María Torres Pérez ,y se lo llevaron a la capital de la provincia para juzgarlo, su sacristán no se escondió y recorrió los más de 150 kilómetros que separan su pueblo de Jaén para testificar a favor de su párroco. En represalia, le acribillaron a tiros en una calle de Jaén el 21 de septiembre de 1936.
Por su parte el párroco, Juan María Torres Pérez, a los ojos del mundo fue bien poca cosa. Había nacido en 1871 en Pagalajar (Jaén), en el seno de una familia de labradores muy modestos. Y cuando le tocó presentarse en la ceremonia que se hacía todos los años en el pueblo para tallar a los quintos, quedó excluido de prestar el servicio militar por medir menos de metro y medio de estatura. Estudió en el seminario de Jaén y fue ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1894.
Como se acostumbraba entonces, en 1895 fue nombrado cura propio de Cárchel (Jaén), tras ganar unas oposiciones a curatos vacantes. Y diez años después, tras otras oposiciones de este tipo, tomó posesión de la parroquia de Santiago de la Espada, su último destino antes de morir mártir.
Uno de los presos, que fue su compañero de prisión, nos trasmite así los últimos momentos de este sacerdote:
“El señor cura párroco, a que me refiero, fue juzgado y condenado a muerte por un tribunal izquierdista de Jaén, a donde fue conducido por las autoridades marxistas del citado pueblo, en donde ejercía su ministerio pastoral. Fue condenado a muerte por sentencia del tribunal; debería ser ejecutado en el lugar denominado “El Tiro Nacional”.
El párroco de Santiago de la Espada, de quien nos ocupamos, antes de ser fusilado afirmó a los compañeros de prisión que era inocente, y que “desde el cadalso se han salvado más almas que desde el trono”.
Cuando se le comunicó la sentencia de muerte (la ejecución sería al día siguiente) tuvo un coloquio grande con la Virgen de los Dolores, que nos emocionó a todos los presos.
Después, cuando le comunicaron la sentencia, estuvo fervorosísimo. Conservaba una presencia de ánimo que llegó a acostarse, y estuvo una hora con un sueño tranquilo, aproximadamente, cuando salió pidió hacer el gran acto de humildad, besándole los pies a los compañeros, e incluso al vigilante de la prisión también se los besó también.
Dijo que si se lo permitían iba a hablar a los soldados en “El Tiro Nacional”, dando las gracias a los soldados porque, con los fusiles iban a abrirle las puertas del Cielo”.
Y en efecto, murió mártir el 22 de septiembre de 1936, en el sitio que se conocía como El Tiro Nacional, un lugar de la ciudad de Jaén que se usaba entonces para hacer entrenamientos y concursos de tiro. Dicho lugar es hoy un barrio de Jaén.
Antonio Peral Bustos, coadjutor de Cabra del Santo Cristo (Jaén), es otro de la lista de los 124 mártires de Jaén que próximamente serán beatificados. En principio, podría dar la impresión de que en esta localidad jienense no se iba a producir ninguna persecución religiosa, porque durante la Segunda República la izquierda tenía muy poca representación en este pueblo. El grupo más numeroso que había de este sector político era el sindicato socialista UGT, que solo tenía 37 afiliados. Y esto explica que en las elecciones de febrero de 1936 las derechas ganasen al Frente Popular por 800 votos.
Los marxistas, incluso, fracasaron en su intento de cambiar el nombre al pueblo. Como es sabido, el tradicional sectarismo ideológico de los socialistas tiene como uno de sus objetivos la nomenclatura de los pueblos y sus calles, y por este motivo en esa localidad forzaron un plebiscito para cambiar el nombre del pueblo por otro sin referencias religiosas. Los socialistas perdieron la votación y desistieron de su intento.
Pero a juzgar por un informe de Valentín Luciano Peña Menéndez, un sacerdote que vivió lo que sucedió en ese pueblo durante la Guerra Civil, que fue encardelado en la propia iglesia del pueblo, donde recibió malos tratos, y que acabó siendo párroco del mismo tras la conclusión de la contienda, lo que abundaba en ese pueblo eran los católicos moderaditos, aunque él no les llamase así. Estos católicos moderaditos, laicos y clérigos, son unos cobardes y unos hipócritas que para no soltarse del poder hacen lo que sea; en su confusión doctrinal, para aparentar que hacen algo, una de sus estrategias de camuflaje consite en sustituir la batalla religiosa por lo que ellos llaman “la batalla cultural", que para colmo no suele ser ni religiosa, ni tampoco cultural.
Cuando Valentín Luciano Peña Menéndez se refiere a la situación de Cabra del Santo Cristo de entonces, afirma literalmente: “En general, hay gran modorra en el aspecto religioso”. Pero en ese mismo informe dice algo mucho más grave, pues denuncia la cobardía de las gentes de su pueblo, que si bien dieron una batalla cultural cuando quisieron cambiar el nombre del pueblo, sin embargo huyeron de la batalla religiosa, adquiriendo una gravísima responsabilidad en el martirio del coadjutor Antonio Peral Bustos. Esto es lo que dice Valentín Luciano Peña Menéndez:
“El 22 de julio irrumpió en el pueblo una banda de desalmados, que aprisionaron y maltrataron a los sacerdotes de la localidad: párroco y coadjutor, don Antonio del Peral, que santa gloria haya, además de un considerable número de ciudadanos dignísimos. El templo parroquial fue teatro de los malos tratos sufridos por el que suscribe y por el coadjutor días más tarde. Estas cuadrillas estaban constituidas el día 22 por elementos venidos de Huelma y Cambil, ayudados por los del pueblo, pero en el mismo día ya actuaron solo los marxistas locales.
El pueblo, fuera de las personas de orden que lamentaron lo ocurrido, vio con buenos ojos tales escenas de vandalismo y se gozaba en ellas. Lejos de adoptar medidas para salvar la vida de los sacerdotes, delató la presencia en Jaén, fuera de la cárcel, del coadjutor señor Peral y esto determinó su muerte causada por los rojos locales, según todos los indicios, el 4 de septiembre de 1936. En cuanto al que esto suscribe, expulsado del pueblo el 9 de octubre del 36 fue recogido por un feligrés en una casa de campo y reservado allí hasta el fin de la guerra”.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá














