Aquí operan dos principios: a los informadores se les paga por informar, a los comunicadores por mentir (con todas las excepciones que se quiera, que las hay). El segundo principio asegura que una noticia es aquello que molesta a alguien, generalmente el protagonista de la información y a su responsable de comunicación.

Estudio de Comunicación, donde emerge la figura de Lalo Azcona pero que desde hace años lidera Benito Berceruelo, es la segunda empresa de comunicación de España después de Llorente. Se dispone a publicitar un estudio sobre bulos y desinformación, lo cual me llena de estupor. Por ejemplo, es un bulo que Benito Berceruelo se haya analizado a sí mismo. De hecho, todo el estudio está dedicado a terceros, todos periodistas, ningún comunicador.

Habrá que insistir: los famosos verificadores o cazadores de bulos no persiguen las falsedades públicas por la prensa sino las opiniones que no les gustan, especialmente las que no se atienen a lo políticamente correcto. 

Ahora bien, que la más famosa agencia de comunicación de España, dedicada a defender a sus clientes, sobre todo cuando están metidos en alguna batalla, realice un estudio sobre desinformación es como si Adolfo Hitler publicitara un alegato en defensa de los judíos o Stalin en defensa de la clemencia. O como cuando Sánchez dicta consignas contra los negacionistas climáticos por alentar los combustibles fósiles desde el Falcon.

No, no estoy llamando nazis ni estalinistas a los chicos de Estudio de Comunicación: estoy diciendo otra cosa.

En cualquier caso, como ya hemos dicho en Hispanidad no hace falta perseguir a la mentira: tiene las patas cortas. Los bulos se destruyen a sí mismos. La censura no.