- El político sí, gana un sueldo, pero el elector no gana nada votando el mal menor.
- Como católico sólo puedo votar, en coherencia y conciencia, a AES, SAIN y, creo, a Vox.
- El dilema para un cristiano español de hoy en día es votar en conciencia o votar para ganar.
Comienza la campaña electoral para las elecciones municipales y autonómicas del 24 de mayo. Días atrás, un empleado de la Universidad de Navarra me preguntaba, un punto cabreado, quién era yo para afirmar que un
católico no puede votar a ningún de los partidos actuales con representación parlamentaria.
El me aseguraba que lo hace y me ha llevado varias horas descubrir a qué partido se refería mi comunicante. Sin embargo, inteligente que es uno, creo haber llegado a una conclusión definitiva sobre el sentido de su voto, pero lo mantendré en secreto.
Verán, el problema es que no lo digo yo. Lo dice, insisto, Benedicto XVI, quien formuló los cuatro principios no negociables para un cristiano en político, ni en calidad de elector ni de elegido: vida, familia, libertad de enseñanza y bien común.
Por lo que veo, sólo tres partidos sin representación parlamentaria –y sobre uno tengo mis dudas- cumplen con esas condiciones y se presentan en un buen número de circunscripciones: en la izquierda, un católico puede votar a
Solidaridad y Autogestión Internacionalista (SAIN), más rojos que un cangrejo rojo, y con un discurso sobre el que difiero –uno es más liberal en economía y organización social- pero a los que podría votar –lo he hecho- sin que mi conciencia me reprochara nada y sin que mi sentido de la coherencia como cristiano hiciera sonar la alarma.
En la derecha, un católico también puede votar a Alternativa Española (AES). No, no es un partido de extrema derecha. Lo lidera Rafael López-Diéguez y me consta su coherencia y su honradez. Tengo contra ellos que… soy más liberal –en economía y en organización social, no en filosofía- y más europeísta, aunque no mucho. Pero no dudo de su coherencia con los valores no negociables.
El tercer partido es
Vox, ahora aliado con Familia Y Vida. Y esta alianza no deja de ser importante, por cuanto la fundación de Vox vino acompañada de un tristísimo planteamiento equívoco y cobardón sobre el derecho a la vida. Creo que han rectificado, así que podría ser una opción. Ahora bien, tengo contra ellos que soy más autonomista… aunque no mucho.
¡Ah!, por cierto, también le queda al católico la opción del voto en blanco, alternativa que me parece de lo más saludable, a fuer de participativo. La abstención no es más que vagancia y cobardía pero el voto en blanco tiene un significado bien preciso: quiere decir no me gusta ninguna de las opciones, ni vencedoras –con representación parlamentaria- ni perdedoras, pero que creo en la democracia y en la participación política.
Ahora bien, lo primero que le dirán si habla de estas alternativas es que "
estás tirando tu voto". Los votos no se tiran, se depositan en las urnas y quedan, a lo peor, como testimonio. En segundo lugar, la verdadera disyuntiva del católico es si vota en conciencia y en coherencia o bien si vota para ganar.
Votar no es el único acto de participación política de cualquier ciudadano pero todos ellos deben ir revistados de coherencia. Porque de la i
ncoherencia procede la corrupción –ideológica y pecuniaria-, la hipocresía y, a la postre, pueden creerlo, la ineficiencia. ¿Acaso no acusamos a los políticos de eso mismo, de mentirnos para obtener nuestro voto? Y nosotros, ¿Acaso no mentimos con el mal menor, votando a aquello que repugnan nuestras convicciones con tal de figurar entre los vencedores? He hecho, los políticos incoherentes son más listos que los electores incoherentes. Al menos ellos se pervierten para ganar, nosotros sólo para tener la tonta satisfacción de que votamos a caballo ganador aunque no nos den ningún premio.
Es más, entiendo el mal menor en un profesional de la política: si consigue el cargo le pagan por ello. Pero los electores, ¿qué ganamos votando a quien defiende postulados que nos repugnan?
Los católicos llevamos ya una generación de incoherencia reiterada que sólo ha servido para que Cristo haya sido expulsado de la vida pública, mientras a los cristianos nos gritaban: no, no tires tu voto, confórmate con el mal menor, hay que salvar lo salvable. Total, que no hemos salvado nada y nos hemos perdido nosotros mismos.
Por otra parte, ¿quién ha dicho que el voto coherente es un voto perdedor? Si fuéramos más coherentes, nuestras opciones terminarían por ganar y, encima, los políticos respetarían más a los cristianos, en lugar de burlarse de nosotros como ahora hacen. Díganme: ¿qué era Podemos antes de las europeas? ¿Qué era Ciudadanos antes de dar el salto a Madrid ante la idiocia del PP?
Lo otro es lo de Indro Montanelli (
en la imagen): "
Tapaos la nariz y votad Democracia Cristiana". Y le hicieron caso y, de tanto taparse la nariz, acabaron por morir ahogados.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com