- Y los sacrilegios contra la Eucaristía se multiplicarán.
- Dos soluciones: más adoraciones permanentes y defender al Santísimo.
- La clave es lo de Pamplona: Adoración y confesión.
- Y ojo, ha llegado el momento de defender al Santísimo con la propia vida, si fuera necesario.
- Y será necesario.
- Menos gente en misa de Domingo, más en misa de diario.
Nuevo crimen satánico, esa vez en
la capilla del Cementerio de San Sebastián, que se une al
asalto del Sagrario en el
colegio Peñalba de Valladolid. Pero no ha sido el último, dado que
el Santuario de Schoenstatt, en plena Calle Serrano de Madrid, también ha sido profanado.
¿Por qué satánico? Porque los ladrones no se llevan nada de valor, sino el objetivo más valioso (confunde el necio valor y precio):
Dios hecho pan. Y lo peor es que no existirían esas profanaciones satánicas si no fuera por las profanaciones 'legales' que me temo se cuentan por millares y en la más absoluta impunidad. Por ejemplo,
el que comulga en pecado mortal. Viendo cómo tratan tantos católicos, sacerdotes incluidos, al Santísimo, no es que los satánicos hayan irrumpido: es que les hemos abierto la puerta.
¿Y
esto es grave? Esto es lo más grave que está ocurriendo en el mundo, más que la nueva Guerra Fría
que nos puede llevar a una guerra caliente. La
Eucaristía es la batalla final, la era en que nos ha tocado vivir entre demonios. Y si la eucaristía cae, todo cae. La luna está sangrando.
Al mismo tiempo, como siempre ocurre con las grandes historias, mientras se producen asaltos para la profanación y utilización de formas en todo tipo de abominaciones demoniacas, empieza a cundir
la adoración a la Eucaristía. Dos puntos a reseñar:
- Lo que ya he dicho en otras ocasiones: baja la asistencia a la eucaristía los domingos pero crece la minoría que acude a misa diría.
- Crece la adoración perpetua, 'seven eleven' 24 horas al día 365 días al año. Días atrás visitaba Pamplona y allí me encontré con una capilla de la Iglesia San Ignacio: adoración perpetua y confesión. Si no perpetua, sí con muchas horas de permanencia con la garita ocupada.
Es la tormenta perfecta:
penitencia y adoración. Es como la imagen, el icono, de una iglesia más minoritaria, pero más santa. A lo mejor es el signo de los tiempos, aunque la idea no es mía, paguémosle el 'copyright' a un tal
Joseph Ratzinger.
En cualquier caso, es hora de defender los sagrarios con nuestra vida.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com