- La batalla contra las noticias falsas no es sino una maniobra del poder contra la prensa libre.
- Y la burla de la 'objetividad periodística' consiste en repetir como loros, acríticamente, el comunicado del poderoso.
- Con la milonga de la postverdad llegará un momento en que no podamos decir nada. Ya está llegando.
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¡Que San Francisco de Sales nos proteja!
24 de enero, festividad de Francisco de Sales, santo patrono de los
periodistas. Y mismamente hoy, se nos comunica que el Gobierno de su británica Majestad se dispone a crear una unidad de Seguridad contra las
noticias falsas.
Con esta milonga de la postverdad, lo que está ocurriendo es que vuelve la censura. Pero como censura es cosa fea, disfrazamos la tiranía de la palabra con la lucha contra la postverdad. O sea, contra
Putin, que, aunque no lo crean, no es el demiurgo maléfico, ni una sustancia, ni un virus, ni una cosa: es una persona que "piensa las cabronadas habituales de los políticos, desde el
Kremlin, mismamente encima de la Plaza Roja. No da para más.
Y en nombre de la postverdad, el poder hace continuas llamadas a la
objetividad periodística. Objetividad significa esto: plumilla, repite el comunicado de prensa que te he enviado, copiar y pegar. Todo lo que salga de ahí será subjetivo, malintencionado, postverdad y, mayormente, difamatorio y/o calumnioso.
La postverdad
es la vieja censura en tiempos, los actuales, de blasfemia contra el Espíritu Santo. Esto es, la época en que lo malo se convierte en bueno y lo bueno en malo. Dios en demonio y el
diablo en Dios.
Con la postverdad, llegará un momento en que no se pueda decir nada.
¡Que San Francisco de Sales nos proteja!
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com