Los periodistas David Beriain y Roberto Fraile, asesinados en Burkina Faso por yihadistas
No he guardado ni un segundo de silencio por David Beriain y Roberto Fraile, los dos periodistas españoles asesinados en Burkina Faso, cuando estaban grabando un documental sobre cazadores furtivos. Tampoco he aplaudido. Lo que sí hecho es rezar por ambos y por sus familias, lo que me parece mucho más fructífero.
No guardo minutos de silencio, o los aprovecho para rezar por las víctimas, porque el minuto de marras no es más que una generalizada práctica de origen masónico, precisamente creada para evitar las preces por los difuntos de aquellos que creemos en la otra vida.
Además, creo que es mucho más útil para los dos valientes colegas, rezar que aplaudir. Lo del aplauso -recuerden el confinamiento- , aunque en el caso presente tenga sentido, empieza a resultar, por profusión indecorosa, un gesto que roza el ridículo.
Por el mismo precio, no estaría de más que la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, intente detener a los agresores. Sí, he dicho detenerlos, es decir, hacer justicia. Es lo que ha intentado siempre la diplomacia desde sus comienzos, presionando a las autoridades locales de la zona, que sí pueden hacerlo o al menos intentarlo.
Condolernos está bien pero que los crímenes no queden impunes está mejor.
Y si el Gobierno español no tiene fuerza para presionar a las autoridades del antiguo Alto Volta, al menos que obtenga información con la que ‘consolar’ a los deudos de los periodistas y prever desgracias futuras.
Porque lo de la ‘inactiva’ ministra Laya empieza resultar algo molesto. Cuando ya poseía la información de la muerte de los dos periodistas, hubo que sacársela al rebufo de una pregunta. Luego lanzó una alabanza hueca a la profesión, inserta en la cual no faltó la tontuna -ciertamente impertinente, en ese momento- a los periodistas, “ellos y ellas”.
Eso sí, en esa mismo alocución, la señora González Laya nos vendió la política exterior feminista del Reino de España. Una aportación de mucho fondo a las relaciones internacionales que, seguramente, consolará a los deudos de David y Roberto, ya lo creo.