• Tenía 13 años y se prostituía para pagar la comida de su hermano y la bebida de su madre.
  • ¿Y nos quedamos igual? ¿Cuándo cambiamos el bien por la demencia?
  • Somos nosotros los que hemos creado este ambiente a costa de banalizar el sexo y separarlo de la procreación.
  • Aceptar y promocionar lo que no es sexo sino aberraciones sexuales no es democrático y unir sexo y procreación es simplemente fascista.
  • Y al final, de todo… la niña de Almería.

El caso de Almería. Una niña de 13 años se prostituye en pleno Paseo Marítimo (en la imagen) a cambio de comida para su hermano pequeño y de tabaco y alcohol para su madre. La protagonista da una pena inmensa pero hay que preguntarse cómo esa cría llegó a considerar la mera posibilidad de hacer lo que estaba haciendo. ¿Cuándo cambiaremos la verdad por la locura y el bien por la demencia? Somos nosotros -esa cría sólo ha bebido lo que ha visto desde que nació- quienes hemos banalizado el sexo y las relaciones humanas de tal forma que una adolescente considera que si no hay otra forma de alimentar el vicio de su madre y el estómago de su hermano, lo que hay que hacer es acostarse con cualquier miserable aprovechado. Y no, no lo ha visto en su casa, al menos no sólo. También lo ha visto en la televisión, a la que consideramos totalmente inocente. O en el mejor de los casos, un instrumento un poco frívolo pero no condenable. Eso resultaría ultra. En cualquier caso, no se trata de encontrar culpables: lo malo es que esto ocurre. En Almería. Pero recuerden que toda prohibición del sexo es mala, toda educación donde se una sexo y amor resulta conservadora. Prohibir la prostitución y/o a pornografía es un atentado contra el sexo libre. Aceptar y promocionar lo que no es sexo sino aberraciones sexuales no es democrático y unir sexo y procreación es simplemente fascista. Y al final, de todo… la niña de Almería. Eulogio López eulogio@hispanidad.com